Querido/a lector/a, tengo un compañero del alma, César Llorca, con el que durante años he compartido compromiso político y cargo: éramos militantes del Partido Comunista de España (P.C.E.) y de la dirección, del Comité Central. Organización de la que, aunque yo ahora milite en el PSPV-PSOE, siempre hablo con respeto y afecto. Y es que pienso que hablar mal del P.C.E. es una indecencia. Aunque, para que no haya confusiones, aclaro que me refiero al P.C.E. de Carrillo: el que en la lucha clandestina contra el franquismo combatía por las libertades democráticas, en la transición se esforzó por consolidar una constitución y, siempre, digo siempre, entendió la democracia como algo que, más allá de lo institucional, debía tener dimensión económica y social.

Pero esta historia viene a cuento porque el poder de las redes nos ha vuelto a relacionar. Sabía que vivía por Valencia y nada más. No obstante, como uno de sus artículos (en el que pide a la derecha, PP y VOX, que se doten de un plan de desescalada y pasen de la confrontación a la fase de colaboración en la reconstrucción) le gustó a una gallega que se lo mandó a uno de la Vall y, este lo plantó en una cuenta de WhatsApp en la que participo, a partir de ahí conseguimos reencontrarnos. En definitiva, y como se ve, esta es una pequeña historia personal de autocomunicacion, de tecnosociabilidad, que nos demuestra cómo se está configurando un nuevo mundo. Hoy hablamos de relaciones sociales, de poder, de autonomía personal, de política, de cambio social, etc., como realidades (en parte) basadas en las redes. Tanto es así que, a través de ellas, igual encuentras a un amigo como observas que algunos de los necesarios intermediarios clásicos, los partidos y los sindicatos, han perdido el monopolio de la intermediación.

*Analista político