Ha tenido que ser una sentencia europea la que ha puesto al mercado laboral español ante el espejo de su falta de equidad, de sus contradicciones y de su ineficiencia. El tribunal ha explicitado lo obvio. No es de recibo que dos trabajadores reciban indemnizaciones de cuantías diferentes cuando ocupan un mismo puesto en una misma empresa o administración. Lo que no ha dicho la sentencia europea, y ese es el meollo del debate en los próximos meses, es que la indemnización de los trabajadores temporales deba aumentarse hasta el mismo nivel que perciben los trabajadores fijos. La resolución de este debate debe partir del enunciado de la sentencia y de una revisión crítica de la trayectoria de la contratación laboral en España.

Como en tantos otros asuntos, hay en ella un poso franquista, de un Estado en el que la justicia era sustituida por la caridad o el paternalismo. El marco laboral de la dictadura no reconocía ningún derecho a los trabajadores que estaban en todo momento al albur de los patronos que solo tenían un límite: el despido penalizado económicamente. Afortunadamente, la democracia avanzó rápidamente y reconoció los derechos de los trabajadores. Pero el debate reiteradamente pospuesto fue el de las condiciones del despido.

La presión de la patronal consiguió en 1984 que Felipe González abriera una brecha en ese ámbito, al permitir la generalización de los contratos temporales más allá de su ámbito natural: el de la hostelería y el turismo o la cobertura las puntas de producción en la industria. Y por esa grieta se han colado millones de contratos que solo son temporales por una razón: abaratar el despido. El modelo de crecimiento de Aznar, primero, la ingenuidad de Zapatero y la manera de gestionar la crisis de Rajoy nos han llevado a la situación insostenible que denuncia la sentencia de la UE: un mercado laboral dual en el que se pisotean los derechos de millones de trabajadores, la mayoría jóvenes.

Gobierno, cuando lo haya, patronal y sindicatos deben alcanzar un acuerdo para reformar de manera integral el marco laboral, de manera que las consecuencias de la crisis dejen de caer solo sobre los trabajadores y que asegure que se crea empleo de calidad en lugar de devaluar el precio del trabajo año tras año. H