Da la impresión que, de cosecha propia o inducido por Nadia Calviño y empujado por Pablo Iglesias, Pedro Sánchez es quien ha encontrado la tecla desbloqueadora de la UE para afrontar el desastre económico del coronavirus. Especialista en situaciones casi imposibles, cuando los países ricos negaban un plan Marshall, él ha puesto sobre la mesa la fórmula que le parece bien a la señora Merkel. Alemania y Holanda no querían que países como Italia y España, al enjugar la deuda que creará la pandemia colasen con ella la anterior, la del pasado, creada por ineficiencias y despilfarros. La idea de un multimillonario fondo de reconstrucción a partir del presupuesto de la UE y regulado por ella es convincente.

Sánchez también acierta con las medidas internas para paliar en lo posible el desplome productivo y el desempleo que el virus crea en España. Su plan, ajustado y retocado sobre la marcha a medida que se descubren nuevos perjuicios, parece ser lo que honestamente puede hacer el Gobierno de un país débil que depende de forma abusiva del turismo, la segunda gran víctima del virus tras los ancianos de los geriátricos. Habría sido horrible sufrir esta etapa con el inmóvil Rajoy a los mandos y Cayetana Álvarez de Toledo recitando la doctrina oficial.

Por el contrario, hemos tenido al Sánchez más mediocre en la comunicación, al no cuidar la especificidad del régimen político de las autonomías, y al medir mal sensibilidades populares vivas (como con los niños). Este país se ha sabido compactar frente al virus pese a la oposición disgregadora. Ha superado el apocamiento de las caras científicas elegidas para informarnos y la presencia de militares fuera de sitio y con uniforme equivocado en TV.

*Periodista