En agosto todavía con todo su apogeo voy encontrando dificultades para plantar mis torres de arena en la Almadraba, para que el mar las vaya borrando con sus olas. Menos mal que me siguen llegando con nitidez las señales del humo de los barcos, con el eco de canciones y voces de mis días vividos y mis noches soñadas.

La semana pasada hablé del infierno, es decir, el Paseo de Pilar Coloma y hoy hemos de situarnos desde el limbo y debemos dirigirnos hacia el paseo a la zona rotulada como Paseo de Bernat Artola, que un tiempo primero fue conocido como de la Corte Celestial, desde la torre de Sant Vicent, el Torreón para entendernos, hasta la que fue desembocadura del barranco, hoy plazoleta de la Almadraba.

Ya dije que la guía-catálogo de la Ruta de las Villas, que editó el Ayuntamiento de Benicàssim, fue un hallazgo. Allí se hablaba de construcciones y arquitectos, de personas célebres y de escenas costumbristas.

Se hablaba allí de: «Horas de juegos y de baños en que se vestían unas ropas extrañas, que a veces provocaban el escándalo entre las gentes más recatadas. Ellas, puestas de maillot, vestido compuesto de camiseta-pantalón a juego con gorrito, o de pijama, una camisa y un pantalón corto, todo decorado con un pañuelo atado a la cintura. Fuera como fuese, dejando ver las extremidades más de lo que se considera decoroso. Ellos, enfundados en una pieza ajustada que unía una camiseta interior con unos calzones cortos, marcando estilo y alguna que otra tripa prominente…». Todo muy propio de aquellos tiempos pasados.

LOS AUTOMÓVILES. En aquellos años veinte, otro suceso lo constituía la llegada de los primeros automóviles que levantaban nubes de polvo y ponían a los peatones hechos una verdadera lástima.

Uno de aquellos primeros automovilistas fue don Ezequiel Dávalos Masip, que era el propietario de toda la vertiente del barranco que hoy es la avenida del Doctor Jorge Comín. Precisamente, la primera hermosa Villa que nos encontramos en el espacio conocido entonces como Corte Celestial, después de la villa de la familia Santa Cruz. La Villa Dávalos fue diseñada por el arquitecto Francisco Maristany en 1930, a imagen y semejanza de otra villa existente en Biarritz, en las playas francesas.

Don Ezequiel y su esposa Delfina eran un encanto de matrimonio.

No tuvieron hijos, pero sus sobrinos Tomás y Delfina Fletcher disfrutaron siendo niños de la villa, donde yo me acercaba alguna vez para recoger a mis hijos, que jugaban en el jardín con los sobrinos de los propietarios, que hoy ocupan los dos segundos pisos mirando al mar, de nuestro apartamento Arenal. Su construcción propició en los años sesenta el propio don Ezequiel, aportando los terrenos, y en sociedad con los señores Gaya, Grangel, Florit, Campos, Purón, Salazar, Galindo, Riera, Dols…

Esa misma Villa Dávalos, patrimonio de la benemérita y generosa Fundación Dávalos-Fletcher que fue después alquilada por una comercial que está ofreciendo los servicios de restaurante, cafetería y chiringuito de alto nivel.

Las otras villas de la ruta en este tramo son María del Carmen, Emilia, Marina, Santa Cristina, la muy popular en su tiempo Iluminada, Villa del Barco, la Camilleri, Solimar y alguna más, todas con acceso al paseo marítimo, al que aportan estilos y sabores de antaño.