Cuando se convocan elecciones sin una necesidad absoluta, solo para ampliar la mayoría de la que ya se dispone, suele ocurrir que los electores se revuelven contra el convocante, al que le sale el tiro por la culata. Le ocurrió a Jacques Chirac en 1997, cuando disolvió una Asamblea Nacional en la que tenía una abrumadora mayoría y perdió las legislativas, condenándose a cinco años de cohabitación con los socialistas. Le ocurrió también a Artur Mas en el 2012 cuando buscaba una «mayoría excepcional» y perdió 12 escaños. Le ha ocurrido ahora a Theresa May, que ha tirado por la borda la mayoría absoluta de David Cameron, ha perdido hasta 12 escaños y se verá obligada a gobernar en minoría con un Ejecutivo apoyado por los unionistas del Ulster.

May, que llegó al cargo de primera ministra británica sin pasar por las urnas, quería ratificar su liderazgo, ampliar la mayoría y dotar así de mayor legitimidad al brexit, aprobado en referéndum por escaso margen. Pero todo le ha salido al revés. Ha cometido tantos errores, que el resultado es comprensible aunque sea inesperado. Después de defender el remain (la permanencia en la Unión Europea), May sustituyó a Cameron tras el triunfo del brexit y se transmutó en defensora de la versión más dura en las negociaciones para dejar la UE, rechazando las lógicas condiciones europeas para mantener el mercado interior y la unión aduanera, criticando a los socios y cargando las tintas contra la inmigración. En su deriva, llegó a decir que era mejor un no acuerdo que un mal acuerdo, cuando es evidente que el acuerdo es ineludible.

Estos errores, junto a otros en política interior, con rectificaciones en el programa electoral, le han costado este mal resultado. Los ataques terroristas han podido también influir, porque ha salido a relucir su responsabilidad en los recortes cuando era ministra del Interior, pero las encuestas detectaban ya el declive antes de los últimos atentados. Ahora, el brexit duro tendrá que pasar a mejor vida porque a los unionistas norirlandeses --en el Ulster ganó la permanencia-- les interesa un brexit blando, para no perder ventajas en la frontera con Irlanda.

Otra consecuencia de estas elecciones es que el segundo referéndum sobre la independencia de Escocia se aleja más de lo que estaba debido al descalabro que ha sufrido el Partido Nacional Escocés, aunque sigue siendo la tercera fuerza del Parlamento de Westminster.