Voltaire puso los cimientos de la libertad de pensamiento y de expresión, en tiempos de la Ilustración, con una frase que aún hay que recordar con demasiada frecuencia: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Algo así debiera haber ocurrido en el reciente episodio de prisión sin fianza para dos titiriteros de la compañía granadina Títeres desde Abajo al exhibirse durante el pase de su espectáculo en Madrid una pancarta con el lema Gora Alka-ETA.

El juez lo interpretó como enaltecimiento del terrorismo, cuando el relato de su ficción iba por la denuncia del uso del terrorismo que se hace desde el poder para criminalizar cualquier disidencia. Sin entrar en valoraciones artísticas, programar una obra de guiñoles de este perfil, para público infantil, fue un despropósito. Pero también lo es que el juez actuara con una decisión de ese calibre tras el interesado ruido mediático y político de quienes no digieren que Manuela Carmena sea alcaldesa de la capital. Destacados penalistas han recordado la exageración de esa prisión sin fianza. El mundo de la ficción nunca debería ser juzgado por la vía penal. Y el derecho a la libertad de expresión ampara igual a los titiriteros granadinos que a Charlie Hebdo.