Querido/a lector/a, el resultado de estas elecciones me duele. Y más aún, cuando alguien de izquierdas dice que no ha cambiado nada.

La verdad es que solo hay dos cosas que no han cambiado: que el PSOE es el partido más votado (esencial, sigue siendo referencia y mantiene el derecho de iniciativa) y la dificultad para formar parte de un gobierno de progreso. Es decir, sabemos que los problemas que sufrimos en la actualidad reclaman el gobierno, las soluciones y la ética de la izquierda.

Pero fuera de esas cuestiones todo ha cambiado: el PSOE pierde diputados y la mayoría en el Senado, Podemos retrocede, Ciudadanos revienta, Errejón aparece pero poco, Vox dobla y el PP gana diputados y se acojona porque no sabe que hacer con Vox, etc. Realidad general que se puede explicar con razones caseras como la deriva de Cataluña, lo de Franco, el blanqueo de Vox, la repetición electoral que no querían los ciudadanos, etc. No obstante, el auténtico y total cambio lo expresan los resultados de Vox. Aunque entre las razones que impulsan estos populismos nacionalistas, además de los argumentos locales señalados hay que añadir el descrédito de la política, la utilización de soluciones neoliberales ante la crisis, el recorte del Estado de Bienestar, la pérdida de salarios junto a la de derechos laborales y empleos...

De ahí que ese resultado deja la clara exigencia, a todos los sectores éticos de la sociedad y especialmente al primer partido, el PSOE, de ser muro de contención frente a quienes como Vox representan una involución del orden constitucional y los valores que lo arropan. Aunque ello reclama que la política sea emancipadora, un ejercicio de defensa del bien común y la justicia social.

*Analista político