Vivimos en una gran ciudad. Y no lo digo porque el término municipal tenga más o menos hectáreas ni por tener una población de más de 170.000 habitantes ni por pertenecer al ámbito de aplicación de la Ley de Grandes Ciudades. Tenemos una gran ciudad porque en momentos tan duros como estos los castellonenses están demostrando tener un corazón tan grande que no les cabe en la plaza Mayor.

Ejemplos los hay por doquier, desde empresarios del ocio y la hostelería que no necesitaron ningún decreto para entender la magnitud de la crisis y decidieron cerrar para hacer ciudad, pasando por empresas que ofrecen espacios, servicios y recursos a los que más lo necesitan y acabando en cada uno de los ciudadanos que con cualquier pequeña acción suman mucho a llevar todo este estado de excepcionalidad a algo mejor: ayudando a gente mayor o personas con movilidad reducida, ofreciéndose como voluntarios para lo que haga falta o simplemente haciendo más ameno a sus vecinos el confinamiento. Todo suma pero lo que más importa es quedarnos en casa. Los latinos somos mucho de hecha la ley, hecha la trampa y unos pocos usan cualquier excusa para airearse y salir. Pero eso no sirve para nada. De hecho resta, y mucho, no limitar las salidas a las imprescindibles.

No quiero que entiendan que este artículo pretende expresar una excesiva carga de positivismo, ni mucho menos. Todos debemos ser conscientes de la situación, ser realistas y saber que quedan por delante momentos duros. Que leer y buscar información, a veces, puede servir para desinformarnos y crear un alarmismo para nada necesario. Pero quería hoy fijar mi atención en aquellas cosas buenas que creo podemos sacar de esto. De aquello que emociona. Se me ha puesto la piel de gallina al ver de cerca llorar de emoción a sanitarios por el reconocimiento cada noche desde nuestras ventanas y nuestros balcones, como si no fueran conscientes que son héroes todo el año, no solo cuando vienen mal dadas. He visto grupos de amigos más alegres que cuando se juntaban en el bar por verse entre píxeles en una videollamada. Y he sentido la necesidad de abrazar a mucha gente que casi nunca abrazo. Tal vez todo esto sirva para darnos cuenta de qué es realmente importante.

He visto cómo se responde con humor fino (y no tan fino) clases magistrales de cuñadismo y de futurología en diferido (los que saben ahora lo que ya ha pasado) que no sé por qué no alertaron a toda la humanidad de lo que se nos venía encima. Y también les puedo asegurar que he visto a todo un Ayuntamiento, políticos y funcionarios, remando en la misma dirección. Aunque no todo dure eternamente y menos en política. Debatiendo, pensando e intentando dar soluciones a un problema único al que nunca nadie se había enfrentado en esta ciudad. No es tiempo ni de programas electorales, ni de subastas de propuestas, ni de brindis al sol ni de populismos. Es tiempo de arremangarse y currar, de preparar un plan de choque económico y social, de ser realistas, de ser honestos con todos y con nosotros mismos y de dar lo mejor que tenemos.

*Portavoz del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló