El Rototom ha llegado a su fin. Culmina, así, la tríada de grandes festivales musicales en la provincia, a falta de algún otro que también puede ser trascendente, sobre todo cara al futuro, como es el Slim Fest, también en Benicàssim. El balance no puede haber sido más positivo. El FIB volvió a crecer y a atraer a más público, reivindicándose como el gran certamen que es y como el primero en abrir las puertas de Castellón al turismo de festivales. El Arenal Sound volvió a batir récords y el Rototom dará a conocer hoy sus cifras definitivas, pero de entrada, ha conseguido este año lo nunca visto en su historia: colgar el no hay entradas.

A pesar de algunas molestias --las que pueda generar la aglomeración de tanto público--, los castellonenses podemos, y debemos, sentirnos muy orgullosos de ser tierra de festivales. Crean marca, dejan miles de millones de euros, generan puestos de trabajo y nos colocan en el mapa. Es por eso que, ahora que además tenemos aeropuerto, se hace más necesario que nunca cuidar nuestra gallina de los huevos de oro. Es fundamental la coordinación de los eventos, cuidar su organización al máximo --no puede repetirse la incertidumbre del Arenal-- y potenciarlos. Castellón tiene mucho que decir. Y puede hacerlo.