Estamos en la segunda semana de confinamiento y el estado de alerta se prolonga. Esta situación de crisis que hoy nos toca vivir nos hará más fuertes y mejores personas. De esto estoy segura. Segura de que esta crisis nos está demostrando que todos somos iguales, sin importar nuestra cultura, etnia, religión, empleo o situación económica, la crisis sanitaria nos está tratando a todos por igual.

Las medidas tomadas por el Gobierno de coalición la semana pasada, junto con las demás medidas adicionales que se fueron dando días después, de manera escalonada, han sido un aliciente para muchas personas, para muchos colectivos de trabajadores y trabajadoras, también para los que se han ido incorporando posteriormente en esas medidas.

El caso es que las trabajadoras de hogar y cuidados llevaban preguntándose al inicio de la orden de confinamiento si continuaban trabajando o no, si estaban obligadas a asistir al puesto de trabajo con personas dependientes consideradas dentro de los colectivos vulnerables ante el covid-19, si los empleadores debían proporcionarles mascarillas y guantes o debían comprarlos ellas mismas. En el caso de las internas, si las despedían, dónde iban a vivir. Todas estas preguntas surgían hasta que llegaron las medidas y se vieron no incluidas en ellas. Van a trabajar con el miedo en el cuerpo. Los principales sindicatos estiman que hay en España entre 650.000 y 700.000 personas que se dedican a este empleo y solo la mitad están dadas de alta en la Seguridad Social. El 70% son mujeres migrantes, de alta en el régimen especial, por lo que no se les puede aplicar un ERTE. Las medidas que se implementaron no valían para ellas.

En este escenario, de inmediato las mujeres trabajadoras de hogar se organizaron y empezaron a resolver su situación. Se han creado cajas de resistencia para poder salir adelante. Una de las primeras se ha creado en Barcelona. Han sido las trabajadoras de la Asociación de Mujeres Migrantes Diversas, que aglutina a muchas mujeres trabajadoras de hogar, quienes se organizan para afrontar los despidos injustificados, pagos injustos y la falta de medidas de protección que las pone en una situación de alto riesgo para ellas y sus familias. Mujeres bravas y valerosas.

Creo imprescindible tener presente que las personas que migran son dinamizadoras de las sociedades que las acogen y terminan siendo parte de las mismas. Son estas personas las que trabajan en diversos ámbitos como el turístico, el cuidado de mayores, dependientes y niñez, trabajo de hogar, limpieza, en el campo y en muchas otras áreas más.

Es decir, estas personas están allí para que se mueva el mundo. No pueden quedarse atrás en esta crisis. Las medidas económicas y sociales que se implementen desde el Gobierno central y también desde los gobiernos autonómicos, dentro de sus competencias, deben tenerlas en cuenta. El lunes la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, informaba de que se estaban analizando fórmulas para paliar las dificultades que las amenazan.

Una reflexión final. Cuando la crisis sanitaria pase, luego en las venideras --económica y social--, las políticas migratorias tienen que cambiar mucho para poder integrar a todas estas mujeres que nos ayudarán al surgimiento de una nueva sociedad.

*Diputada de Unides Podem por Castelló en les Corts