En Bolivia hay casi medio millón de niños menores de 14 años que trabajan de forma habitual, contrariamente a lo que establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El caso de niños trabajando en edades en que deberían estar jugando y formándose en la escuela se repiten en muchos países del mundo, de América Latina y de Asia o África.

A este respecto, cabe recordar la campaña organizada para detener la explotación infantil practicada por empresas como Nike para la fabricación de balones o zapatos, o las de otras firmas del sector textil. Lo curioso del país andino es que los niños están legalmente protegidos por un convenio nacido como resultado de las protestas de los propios menores cuando el Gobierno de Evo Morales intentó ajustar la legislación laboral boliviana a las directrices de la OIT que solo permite dicho trabajo a partir de los 14 años.

En Bolivia los niños están organizados y tienen su propio sindicato que defiende su trabajo basándose en la necesidad perentoria de contribuir a la economia familiar y de pagar los estudios. Siempre será mejor que haya una regulación y una protección legal, pero todo indica la existencia de unos niveles de pobreza intolerables que no deberían existir.