Estas semanas toda España ha estado enganchada a la tragicomedia del Gobierno catalán de llevar a cabo su delirio de la república catalana fuera de la ley. Un delirio que surge de la mitología romántica de finales del siglo XIX, cuando un historiador valenciano acuñó por primera vez la denominación «Países Catalanes» para englobar territorios de habla valenciana y catalana. Esta denominación lingüística fue apropiada por quienes querían romper España, desde el error de creer que la lengua es el único elemento legitimador para considerarse nación. Ahora, el señor Junqueras nos desvela que hay otro: la genética. El segundo de Puigdemont asegura que los catalanes y, por ende, los valencianos «tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; mientras que los españoles presentan más proximidad con portugueses que con catalanes».

Durante años, las falacias han llegado a invadir las aulas bajo el consentimiento del bipartidismo que ha gobernado España. La educación en Cataluña ha estado sometida al adoctrinamiento. Ahora también corremos el riesgo en la Comunitat Valenciana. Y con ese adoctrinamiento han sembrado los frutos que hoy se recogen: el odio a los que piensan diferente o aman a su país, España. Estos valores se alejan de la esencia de la Educación, que debe inculcar tolerancia, respeto y convivencia. Pero ¿qué hacia el Estado ante este aleccionamiento? Nada, al igual que ahora ante la declaración de independencia. Desde Cs no dudamos, abogamos por aplicar sin prejuicios el artículo 155, para combatir el ataque a la democracia con más democracia, con urnas de verdad donde se elija a un Gobierno que represente a todos los catalanes. Porque lo que parece una comedia, está siendo una tragedia para Cataluña.

*Diputada autonómica y la portavoz de Cs en la provincia de Castellón