Cuando Paquito Fernández Ochoa, único español en lograr una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos de Invierno), se encontraba en el lecho de muerte, hizo prometer a su hermana Blanca que debía reírse al menos una vez al día. Ella intentó denodadamente cumplir la promesa hasta que no pudo más. Por lo que se sabe, la medallista olímpica sufría desde pequeña un trastorno bipolar. Este problema emocional es una alteración de los mecanismos bioquímicos que regulan las emociones y el humor. Las personas que lo padecen experimentan cambios inusuales en el estado de ánimo.

La forma clásica de trastorno bipolar se caracteriza por alternar fases maníacas con depresivas. Durante la fase maníaca el paciente suele dormir muy poco levantándose con mucha energía. El estado de ánimo alcanza la euforia, aunque a menudo aparece irritabilidad y hostilidad si se le lleva la contraria.

El habla es rápida e incesante, con una excesiva confianza en sí mismo. Se actúa de manera desinhibida, aumentando tanto el gasto económico como el deseo sexual, infravalorando los riesgos e incluso poniendo en peligro la salud. La depresión es el otro polo del trastorno bipolar. Las características son tristeza, apatía, cansancio y desesperanza. La enfermedad suele comenzar imperceptible en la adolescencia y aparece de forma abrupta en la edad adulta.

El primer episodio suele venir precedido de un factor estresante ambiental, pero los siguientes pueden aparecer de forma independiente a los factores externos. Al ser un trastorno eminentemente cerebral se hace imprescindible utilizar fármacos estabilizadores del humor (sales de litio principalmente). No se trata de una imperfección del carácter o de una debilidad personal, es un poso de amargura que nunca acaba de diluirse.

*Psicólogo clínico