Pido permiso a mi amigo Mauricio Wiesenthal para servirme del subtítulo de Orient-Express, que acaba de publicar en Acantilado, para esta invitación a un viaje político, literario y económico a una cumbre en la que se debe decidir cómo gastar y dónde los 750.000 millones de euros que permitan a la UE remontar los estragos del coronavirus. El tren de Wiesenthal fue «símbolo de una Europa diversa llena de personajes variopintos, de olores, colores y sabores, unida por ese tren que, más que un medio de transporte, fue una extraordinaria forma de civilización y de entendimiento entre los pueblos».

No me parece fruto del azar que este Orient-Express haya llegado a las librerías al mismo tiempo que otro cargado de mapas, historias y voces, Los europeos, del historiador británico Orlando Figes, subtitulado «Tres vidas y el nacimiento de la cultura cosmopolita». Esas tres vidas son las del escritor ruso Iván Turguénev; Pauline Viardot, una de las cantantes de ópera más famosas del mundo, de origen español, y un hispanista y gran amante del arte, el francés Louis Viardot.

Como supieron Aristófanes y Molière, somos únicos y vulgares, capaces de lo peor y de lo mejor. Pero no caigamos víctimas de la superchería que identifica naciones enteras bajo un rasgo. Hagamos caso de la gran poeta polaca Wislawa Szymborska: «¡Cero ismos! No deberíamos someternos jamás a las ideas de grupo. No se puede ser ese insecto clavado en un corcho con una agujita y una etiqueta debajo».

*Escritor