Querido lector/a, el presidente de EEUU, al que podríamos llamar nuestro presidente --porque sus decisiones afectan a nuestras vidas, continente y planeta--, acaba de anunciar que quiere salirse del acuerdo de París del 2015 sobre el cambio climático.

A todo ello hay que decir, porque es bueno recordarlo, que los acuerdos de París, que son altamente positivos para la humanidad, han costado muchos intentos, años y fracasos. Lo único que hacen, que no es poca cosa, es reconocer unos detalles y organizar unos recortes. Reconocer, decía, que existe relación entre el aumento de la temperatura del planeta y el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmosfera que nos rodea. Desgraciada circunstancia que, ha pasado y se agrava, porque si bien es cierto que en el inicio de la era industrial existió un equilibrio en la concentración de esos gases, ahora se ha roto como consecuencia de que el desarrollo de los países avanzados se ha levantado sobre la quema de combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo. Por eso, además, los casi 200 países firmantes de los acuerdos aceptan como fórmula para luchar contra el calentamiento global un plan de responsabilidad compartido en el que cada país se impone un recorte en la emisión de gases --los países desarrollados se recortan más que el resto porque son los desencadenantes del cambio climático--.

Querido lector/a, a pesar de que son muchas las empresas, ciudades y Estados de EEUU que rechazan la decisión, Trump se sitúa, por intereses electorales y de algunas grandes compañías, en una peligrosa posición ultranacional y aislacionista de defensa, dice, de una patria humillada, debilitada económicamente, invadida por la inmigración, etc. Es decir, lo mismo que dice Marine Le Pen en Francia. Está loco y le importa una mierda el mundo con todos nosotros dentro.

*Experto en extranjería