Vamos a entrar en el verano, época del año donde mas turismo se hace. Para conocer el origen de esta palabra hemos de remontarnos al siglo XVI cuando aristócratas británicos realizaban lo que se conocía como el Grand Tour. Con el objetivo de completar su educación y conocer de primera mano las joyas europeas, comenzaban un periplo, que duraba entre 6 y 12 meses, donde visitaban Francia, Italia, Austria, Grecia y España. Causaba furor entre los viajeros volver cargados de obras de arte como esculturas romanas, bronces, medallas y otros objetos antiguos.

Ahora, se ha degradado el término, al ponerse de moda el turismo negro consistente en recorrer lugares que se han hecho famosos por alguna tragedia. Así, si uno quiere sentir lo que fue el genocidio ruandés, se han dispuesto un lugar en Ruanda con restos humanos y ropas ensangrentadas. La lista de este turismo oscuro abarca destinos como el campo de concentración de Auschwitz, la plaza Dealey en Dallas (donde asesinaron a John F. Kennedy), el edificio Dakota de Nueva York (donde mataron a John Lennon) o donde se suicidó Kurt Kobain. También hay otros lugares potencialmente más arriesgados como Chernobyl (Ucrania), donde en 1986 se produjo el accidente nuclear más grave de la historia cuando la explosión del reactor 4 arrojó a la atmósfera una radiactividad equivalente a unas 500 bombas atómicas como la de Hiroshima, lo que obligó a crear una zona de exclusión de 30 kilómetros que aún se mantiene vigente. Alojarse en el Hotel Pripyat (único de Chernobyl) se ha convertido en un destino estrella. Goza de una tranquilidad garantizada. Entre sus diferentes atractivos destaca la prohibición de abrir las ventanas, por la radiactividad, si uno no quiere volver brillando en la oscuridad.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)