Solo es un ejemplo. Un buen ejemplo de nuestro pasado. Un episodio más de un relato histórico que se puede y se debe rescatar en clave turística. Si el reto de un destino que se precie pasa por identificar todso sus recursos potenciales y transformarlos en productos turísticos atractivos, nuestro legado nos brinda grandes oportunidades que no debemos desaprovechar. Por eso hablamos en este tiempo de la estrategia turística del paisaje. El paisaje como gran contenedor de la experiencia turística que aporta valor en base a su dimensión cultural, patrimonial, artística, gastronómica, sensorial, etnológica, festiva, social y todos aquellos hitos carismáticos que nos hacen diferentes en este espacio único del Mediterráneo. La diferenciación y la singularidad son las bases de nuestra competitividad en este mundo global que rechazará la estandarización.

Todos los estudios promovidos por los principales observatorios turísticos del mundo señalan la irrupción del viajero que persigue experiencias únicas. El turista que no admite sucedáneos ni decorados, sino que pagará por vivencias auténticas. El viaje siempre estará en el centro de la industria turística y el viaje equivaldrá a conocer más, a empatizar más con la sociedad local, con sus leyendas, con su historia, con lo irrepetible.

Viajar para crecer espiritualmente. Viajar para regresar más cultos, más sabios, más humanos… esa es la grandeza y el valor moral del turismo adecuadamente entendido. Esta mirada ya estaba en Kavafis y en la esencia de la mediterraneidad.

El storytelling es fundamental para el modelo turístico que pretendemos desarrollar. No deja de ser el arte de conectar emocionalmente a través de una historia. Necesitamos poder contar una historia cargada de autenticidad. Una historia de historias singulares que aporten valor a un territorio cuyo pasado es hoy un pasaporte para el futuro turístico, en especial si acertamos en su puesta a punto.

Una provincia de arte rupestre, olivos milenarios, legado de todas las edades y civilizaciones, nueve municipios en el eje geográfico de la ruta del Santo Cáliz y, entre otras herencias, la de los últimos cátaros. Así somos los castellonenses.

Como explicamos en la reciente presentación de este proyecto, perseguidos y acosados, numerosos cátaros (“puros” en griego) huyeron desde la región de Toulouse, Carcasonne y Albi en Occitania, hasta las nuevas tierras conquistadas pocos años antes por el rey Jaime I. Y muchos vivieron en nuestros pueblos. Esta ruta, desde el Midi francés hacia el sur, utilizó las históricas calzadas romanas, caminos medievales y, sobre todo, los caminos de trashumancia ganadera… Una visita a diversas localidades dels Ports y del Maestrat nos permitirá revivir el camino de aquellos bonshomes en su huida hacia el sur. Tenemos un gran potencial. Quizá incluso mayor que el de otros destinos que nos aventajan con menos autenticidad e historia que la nuestra.

*Secretario autonómico de Turismo