Querido/a lector/a, leo en los medios que Cáritas y la Universidad de Comillas han presentado un informe sobre el difícil proceso de integración social de los inmigrantes en España. La cuestión es que no me extraña que, del informe, surja un perfil de población extranjera diferente al que ha construido el imaginario colectivo mediatizado por falsedades e inhumanos intereses. Y es que, las características del inmigrante están lejos de los tópicos con los que se le relaciona: son más jóvenes que los españoles, más mujeres que hombres, se quedan unos 15 años, el 23% tiene estudios universitarios, la tasa de actividad supera a la de los nativos, son los que menos recursos utilizan del sistema de protección social...

Es decir, tienen que ver con el crecimiento económico y del consumo interior, la generación de empleo, la nueva afiliación a la S.Social, el rejuvenecimiento de la población... Ni tampoco me suena raro que aparezcan dificultades para su integración con deberes y derechos. Contrariedad que, en buena parte, surge por no tener derechos políticos, por la utilización de la inmigración como arma electoral, por usarlos para flexibilizar el mercado y reducir el coste, por su adscripción a sectores productivos y servicios intensivos en mano de obra barata y poco cualificada (les afecta más el paro, los salarios bajos, la segregación laboral...), por la dificultad de los papeles, por la presencia de irregulares en la economía sumergida...

En definitiva, la inmigración no es lo que dicen los de la mala leche, pero es cierto que, además de ser una oportunidad para el país de acogida y de origen, también es un reto que, España, pero sobre todo la UE, aún no ha afrontado ni resuelto con una planificación común, que regule flujos de inmigrantes con derechos... El tiempo dirá, pero es uno de los retos del siglo XXI. H

*Analista político