Hermanos: las cosas están cambiando a una velocidad que ni las vemos pasar. Hasta hace un par de meses, la población del mundo tendía a apelotonarse en ciudades, cuanto más grandes mejor. Hoy, sin embargo, debemos apartarnos los unos de los otros al menos dos metros. Y eso va a ser por mucho tiempo me temo.

Por lo tanto, vamos a pasar de un concepto de ciudad amogollonada, a una necesaria dispersión de la población sobre el territorio. Cosa difícil cuando uno ya se ha comprado el piso en una de esas colmenas de ciudad donde a duras penas conoces al vecino de tu puerta de al lado.

Por eso en el urbanismo vamos a tener que utilizar tácticas a pequeña escala, que presenta tres grandes ventajas: es un urbanismo de bajo costo, es de ágil implementación y pone en el centro de las decisiones a la población a la que pretende servir.

Si utilizar el transporte público es un riesgo, en las ciudades vamos a tener que pasarnos a la bicicleta o al patinete o, simplemente, andar a pie. Porque utilizar el coche para un solo pasajero es un derroche. Las ciudades van a tener que ser accesibles mediante peatonalizaciones. Aunque sean peatonalizaciones provisionales durante el tiempo de pandemia y postpandemia. Creando carriles bici por la ciudad, quitándole espacio al coche y, por lo tanto, creando aparcamientos públicos disuasorios en sitios estratégicos. Reubicando los equipamientos públicos para que no se encuentren más allá de a 20 minutos caminando de un ciudadano medio (las distancias no son las mismas para un niño pequeño o un anciano que para joven adolescente). Vamos, lo que se llama urbanismo táctico.

*Urbanista