Hermanos: habrá que ver si es cierto eso de que «una vez salgamos de esta ya no seremos iguales». Lo que sí que es cierto es que, sin telecomunicaciones y redes sociales, la reclusión hubiera sido muchísimo más dura y, difícilmente, se hubiera podido tener a toda la población en casa, con todos los problemas que ello ha supuesto a las parejas jóvenes con hijos pequeños, a los hijos con padres muy mayores, a las mujeres maltratadas, a los familiares de los sanitarios, policías y los que han estado velando por todos nosotros, etc.

Es muy posible que estas telecomunicaciones nos ayuden a pasar desde las ciudades de las aglomeraciones y del roce entre ciudadanos, a las ciudades de la separación obligatoria de, como mínimo, dos metros. Y eso supone un cambio importante de mentalidad. ¿Puede suponer que el éxodo hacia las ciudades y la costa tenga un efecto rebote contrario hacia la España vaciada? ¿Que el miedo haga que los pueblos donde la densidad de población es casi como la de Groenlandia vayan recuperándose?

La pandemia del covid-19 y nuestros miedos van a cambiar nuestra distribución sobre el territorio. Necesitaremos menos contacto, más espacio, pero con la misma sensación de proximidad y aglomeración. Y para que ello pueda ser posible solo tenemos la oportunidad de utilizar bien la digitalización y aplicarla al funcionamiento y planificación de las ciudades. Lo que llaman «Smart City» o «Smart Town». O mejor aún, en castellano, «Territorios inteligentes», dotando a los espacios vaciados de infraestructuras telecomunicativas suficientes para poder vivir en el siglo XXI.

*Abogado. Urbanista