La vanidad se define como una creencia excesiva en las habilidades propias y una valoración desmesurada de los méritos de uno y sus destrezas. Sería un tipo de arrogancia y engreimiento que fácilmente llega a su máxima expresión: la soberbia.

Las personas vanidosas dan por hecho que los demás les tienen en alta estima porque están en un nivel superior. Preocupadas por la manera en que se muestran a los demás son ambiciosas y competitivas, sintiéndose a gusto cuando le preguntan por lo suyo, pero con un mínimo interés por lo de los demás. Y, como vanidosos que son, suelen creer que tienen razón en toda discusión.

A veces la vida es paradójica y de una discusión entre dos personas vanidosas surgió una de las marcas mas valoradas en el panorama automovilístico. Ferruccio Lamborghini había hecho una fortuna construyendo tractores tras la segunda guerra mundial. Apasionado de los deportivos, acudía a su granja en su Ferrari. Cansado de las numerosas averías, en parte por conducirlo por caminos de tierra, y de llevarlo al taller en Maranello, se entrevistó con Enzo Ferrari para recriminarle la fragilidad de sus piezas, especialmente el embrague. Enzo, herido en su vanidad, le respondió que un fabricante de tractores no puede entender la complejidad de un deportivo. Ferruccio, molesto, fundó Lamborghini Automobili en Santa Agata Bolognese, apenas a 30 kilómetros de Maranello. A los cuatro meses nació el Lamborghini 350 GTV y poco después un coche que marcó época: el Lamborghini Miura, primer deportivo con motor trasero central, imitado luego por Ferrari. La rivalidad entre Ferrari y Lamborghini es mítica aunque para muchos, como dijo Frank Sinatra, se conduce un Ferrari cuando se quiere ser alguien y un Lamborghini cuando ya se es alguien.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)