La gravísima crisis política que sacude Venezuela se vive en España como un tema de política interior, excusa electoralista de la oposición de derechas contra el Gobierno de izquierdas. Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal han competido entre ellos para dar apoyo a Juan Guaidó, mientras que líderes de la izquierda como Alberto Garzón han criticado con dureza el intervencionismo de la Administración de Trump. Desde cada trinchera ideológica, la situación en Venezuela es utilizada como arma arrojadiza en la política española desde que José María Aznar se erigió en azote de Hugo Chávez y José Luis Rodríguez Zapatero trató de contemporizar con los regímenes de Caracas y La Habana. La irrupción de Podemos no hizo más que acentuar esta tendencia, convirtiendo a Venezuela en un tema del que es virtualmente imposible debatir de forma serena en la política española, pasto de demagogia a partir de prejuicios ideológicos de un signo o del contrario.

Pedro Sánchez se encuentra ahora en medio del fuego cruzado. Acierta el Ejecutivo español cuando apuesta por la celebración de elecciones libres como única salida razonable de la crisis, y presiona a Nicolás Maduro para ello, siempre bajo el paraguas de la UE. Y es que mientras derecha e izquierda sin responsabilidad de gobierno se azotan sin matices y de forma irresponsable, Venezuela y sus ciudadanos se hunden en una crisis que escapa a los apriorismos. El sentido de Estado se demuestra también en la oposición.