Cuenta el poeta que «Dijeron que antiguamente / se fue la verdad al cielo;/ talla pusieron los hombres / que desde entonces no ha vuelto». Un humor cáustico el de Lope de Vega . Así, en el mundo penetró la mentira y, más recientemente, eso que llaman posverdad. Entre los medios y la situación en que nos encontramos, la verdad de las mentiras es un hecho, no es mentira. Y la existencia de mentirosos, por ende, y por desgracia, otro hecho. Y el silencio nos hace cómplices.

El problema es más serio de lo que parece: la mentira puede darle la vuelta al mundo antes de que la verdad pueda ponerse las botas; tal es la celeridad en propagarse y la inseguridad en descubrirla. Una mentira en línea raramente se esfuma del todo. Hay opiniones que parecen valer más que los hechos y es patente nuestra incapacidad de distinguir entre realidad y ficción, entre verdad y mentira. Los medios nos están bombardeando continuamente y las redes sociales son un elemento clave. La posverdad distorsiona deliberadamente la realidad y manipula emociones y creencias para influir en la opinión pública, sembrar la adhesión o la duda o desembocar en el escepticismo. Lo estamos viendo ahora en la crisis que nos domina, propiciada por la ignorancia o el interés. ¿Cuál es la realidad? Averígüelo, Vargas , decía Isabel la Católica . Se impone, pues, la cautela y la racionalidad; la búsqueda de las fuentes, la contrastación y la fiabilidad del informante, que no es tarea baladí. ¡Que vuelva la verdad de nuevo a la tierra!, decidle al poeta. H

*Profesor