Recuerdo que cuando era niña y cualquier día de febrero o de marzo aparecía en casa la cinta verde y el libro de fiestas, de inmediato sabía que la Magdalena estaba cerca. De hecho, creo que fue el primer silogismo que aprendí. Para mi el razonamiento era del todo lógico: a la cinta verde le sucedía la semana más divertida del año. Y era precisamente ese color, ese verde tan característico, el que me hacía sentir castellonera. El mismo verde que huelo y observo desde pequeña cuando recorro cada año, cada tercer domingo de Cuaresma, la distancia que separa Castellón de sus orígenes. De ese cerro de la Magdalena desde el que diviso orgullosa un manto verde de naranjos que me habla de la prosperidad de esta tierra. El mismo verde de un terreno de juego que simboliza mi orgullo albinegro pero que hoy siente el desprecio y el abandono de quien debiera defenderlo… Es el verde que compartimos quienes nacimos y vivimos en Castellón y quienes se emocionan cuando estando de vacaciones en cualquier lugar de España observan la cinta verde en el espejo retrovisor de otro vehículo… En esta ciudad el verde es un símbolo y los símbolos son la representación de una idea aceptada socialmente por todos, como nuestra bandera. Pero el verde, además de evocar ese castellonerismo, es el color de la esperanza, el de una sociedad que ha construido con esfuerzo e ilusión compartida un futuro que hoy disfrutan nuestros hijos y mañana vivirán nuestros nietos.

Por eso mañana te quiero verde. Para que al volver caminando a la ermita y al echar la vista atrás, pueda inspirar hondo e impregnarme de la flor de azahar. Quiero observar el manto verde y el río de gente que portaremos miles de cañas y de cintas que simbolizan nuestro orgullo de pertenencia… y volver a sentir la Magdalena como sólo los hijos de Castellón sabemos diferenciar las distintas tonalidades del verde…

*Portavoz Grupo Municipal Popular en el Ayuntamiento de Castellón