No veo a Su Graciosa Majestad Isabel II acatando un veto del Gobierno británico para que no asista a un acto institucional del Poder Judicial en Escocia. La Reina es la jefa del Estado en todo el Reino Unido, como lo es Felipe VI en el conjunto de España y mientras no se cambie la Constitución y nuestro país sea un reino, el Gobierno de la nación tiene la alta responsabilidad de respaldar la figura del Rey en cualquier situación y ámbito territorial. La Corona lo es igual en Cataluña que en el País Vasco, Extremadura y el resto de las autonomías. Felipe González , el gran político español del siglo XX, ha dicho recientemente en declaraciones al periódico bonaerense Clarín que «algunos de los que están atacando a la Monarquía (Iglesias) , solo quieren sustituirla por una república plurinacional con derecho de autodeterminación», añadiendo González «por tanto, con la semilla de la autodestrucción de España como estado nación y como historia».

Es claro que pasados 42 años el sistema de libertades iniciado con la Transición, que supuso el mayor periodo de prosperidad y democracia de la historia de España, sin obviar imperfecciones y aspectos que podrían haber sido más atinados, está sufriendo un muy peligroso proceso de demolición con la efectividad silenciosa de las termitas. Un cambio de Régimen precisa de un proceso formal que culmina con el derecho de los ciudadanos a elegir en las urnas. Existe una parte de la sociedad que legítimamente desea otra fórmula política para este país y seguro que siguiendo los pasos que marcan las reglas democráticas del actual sistema puede llegarse, o no, a ese cambio. Las sociedades evolucionan, exceptuando las dictaduras de cualquier pelaje, tanto a la derecha como a la izquierda. En principio, en base a la sufrida teoría, nada es mejor o peor. No seré yo quién exprese zozobra ante una posible futura llegada de la República, si el modelo a seguir es el de Francia, Estados Unidos o Alemania, pongo como ejemplos. Pero hoy estamos en otra dimensión. Grupos bien organizados vienen desarrollando una exitosa labor de zapa, al estilo de los roedores que excavan en el subsuelo y llegado el momento su fabril labor logra desestabilizar las estructuras del más sólido edificio. Ahí reside el peligro actual.

Siempre que puedo hago notar las nefastas consecuencias que para España supone el ya largo proceso de adoctrinamiento en las aulas, con especiales efectos nocivos en las universidades públicas, gérmenes del partido que dirige con mano de hierro el vicepresidente del Gobierno. Es el resultado de la alambicada estrategia del comunismo escondido que ha dado en rebautizarse dos veces, la última al cambiar la denominación partidista al género femenino, en la línea populista y de aberración idiomática que vienen impulsando los nuevos progres de la nada, para escarnio de la Real Academia. Iglesias y su entorno sonríen con el candor de los defensores de un mundo mejor, los buenecitos dispuestos a darlo todo por los semejantes. Pero claro, resulta difícil evitar el desasosiego al ver que el jefe del nuevo comunismo tiene a un general de cuatro estrellas como jefe de gabinete y sus ídolos son Iósif Stalin, Fidel Castro y Hugo Chávez , todos adictos al uniforme. Semejante realidad invita a pensar que si algún día las tesis de quienes ocupan parte importante del Gobierno lograran convencer a la mayoría de los españoles, los uniformes de tinte político volverían a poblar las calles y plazas, por supuesto el Consejo de Ministros, y hasta es muy probable que el Nodo regresara a las pantallas, en esta ocasión más en versión televisiva, dada la crisis del cine.

La vergüenza nacional que supone la ausencia de Felipe VI en el acto de la judicatura en Barcelona, ha hallado respuesta en el más alto estamento de los jueces y de los nuevos togados que ese día recibieron sus despachos. Por contra, ha originado una respuesta esperpéntica y miserable del ala de Podemos en el Ejecutivo. Se antoja imposible que en Inglaterra, cuna de la democracia, dos ministros arremetan contra la Reina y Jefa del Estado. Aquí los nuevos comunistas, con nomina pública y asiento en el Consejo de Ministros, Iglesias y Garzón, aprovechan sus puestos de privilegio, ciscándose en el compromiso institucional, para ahondar en la trama de acoso y derribo a la Monarquía parlamentaria, en acción conjunta con los independentistas catalanes y el placentero gozo del brazo político de la banda criminal ETA. Con el silencio cómplice de Moncloa, versus Sánchez. H

*Periodista y escritor