Querido lector/a, a pesar de que Santiago Rosiñol dijo que «si viajar enseña, los revisores de billetes serán sabios», es evidente que viajar es vida y cultura. Pero además, es una pócima contra problemas como el perjuicio, la ignorancia, la intolerancia…etc., y es que además de distraer te ayuda a ser una persona más completa porque te enseña a conocer la realidad, a entender a los otros y, en consecuencia, a cambiar tu forma de pensar y de vivir.

Estas consideraciones vienen a cuento porque este fin de semana he estado en Amsterdam. Y aunque nada tengo que descubrir porque otros han estado antes, más veces y la conocen más, sí que quiero aprovechar este espacio para destacar un par de detalles sobre la ciudad y la necesidad de viajar, siempre y adonde sea, con gente inteligente.

De la ciudad decir que además de saber de lo habitual --museos, monumentos, historia…--, en este caso no hay que pasar de los tópicos clásicos: detrás del sexo y del Barrio Rojo, la marihuana, la contracultura y los provos, las políticas sociales atrevidas…etc., existe una sociedad libre, innovadora y, sobre todo, tolerante. Una sociedad de la que tenemos mucho que aprender, pero sin sacralizar en exceso, porque también tienen sus contradicciones y, entre sus razones, junto a las de carácter pío aún pervive el viejo espíritu comerciante que no confronta por no cerrarse puertas ni crearse enemigos.

Respecto de viajar con gente inteligente, los argumentos son aplastantes: tal como evoluciona el mundo, o tienes mucha pasta para que las agencias te lo sirvan todo, o tienes que dominar o necesitas personas que dominen las nuevas tecnologías y el inglés. El mundo habla inglés y todo se hace por internet. Así es que, si siendo un fósil francófono pude disfrutar de Amsterdam, fue por la belleza de la ciudad pero, también, porque fui con gente inteligente como Tere y Anna. Aquí mi reconocimiento y agradecimiento.

*Experto en extranjería