La elección de Paschal Donohoe para presidir el Eurogrupo durante los próximos dos años y medio está llena de significados no especificados, pero no por ello menos inquietantes para los países que, como España, pretenden que la UE afronte la recuperación económica lo más alejada posible de los tics rigoristas que exhibe el frente que presume de frugalidad. Al analizar las razones de la victoria del ministro irlandés de Finanzas frente a la española Nadia Calviño no pueden pasarse por alto las tensiones derivadas de las negociaciones en curso para hacer efectivo el fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros propuesto por la Comisión Europea ni tampoco la oposición de los paraísos fiscales encubiertos -entre ellos, Irlanda y Holanda-, a la armonización de los regímenes tributarios de los Veintisiete, que el PPE, al que pertenece Donohoe, no ve con buenos ojos.

En la práctica, la presidencia de Donohoe refuerza a quienes aspiran a que la reactivación de la economía se atenga a un catálogo de exigencias que incluso Alemania considera lesivo y Francia, una de las economías más perjudicadas por la pandemia, rechaza de plano. Con lo que, una vez más, se configuran dos frentes. Y de momento las cuatro grandes economías de la UE -las ya citadas más Italia y España- y algunas otras, hasta sumar el 80% del PIB comunitario, parecen obligadas a transigir al menos en parte con algunas de las exigencias de control y condicionalidad de las ayudas procedentes de Bruselas. Un panorama de una complejidad máxima a una semana de que el Consejo Europeo discuta el problema en un clima no precisamente relajado.

No es casualidad que al día siguiente de la sublevación de los pequeños y de los austeros frente a los grandes haya salido el presidente del Consejo, Charles Michel, con una propuesta encaminada a contentarlos. La oferta de Michel -reducción del 2% del presupuesto de la UE y controles más estrictos sobre el destino del fondo de reconstrucción- pretende salvar la esencia del proyecto de la Comisión: 500.000 millones no reembolsables y 250.000 millones en préstamos. En otra situación cabría decir que el eje franco-alemán no pondrá peros a la propuesta de Michel y que, por lo tanto, esta saldrá adelante, pero la elección de Donohoe demuestra que la correlación de fuerzas ha cambiado en favor de los socios más pequeños, poco interesados en la progresiva institucionalización política de la UE y aún menos en los exigentes mecanismos de convergencia.

De forma que considerar la victoria de Donohoe como un revés para España o para el proyecto socialdemócrata de Europa resulta incompleto sin adentrarse en otros significados. Nada es definitivo, y mucho menos la cicatería de algunos socios, incapaces de sacar lecciones de la austeridad que guio la salida de la anterior crisis, pero no hay duda de que una reactivación de la economía atenazada por la desconfianza entraña muchos peligros, entre ellos la viabilidad del mercado único. Lo han dicho Giuseppe Conte y Pedro Sánchez, y no es ninguna exageración.