La indignación crece y nos mantiene alerta ante una sociedad impregnada de machismo. No hay empatía con las víctimas ni perspectiva de género en la justicia y en otros ámbitos. La igualdad real sigue siendo la gran asignatura pendiente.

Siempre logré zafarme, pero son muchas veces las que te sientes agredida, intimidada y usada. Sucede desde que eres niña. La mayoría de los abusos se dan en la infancia y adolescencia, cuando no sabes, sientes vergüenza y te sientes culpable. Nos educaron en la culpa, sumisión, ignorancia, acumulando miedo, tormento, inseguridades. Dejabas pasar el metro en hora punta, no subías a un autobús lleno, no pasabas por calles desiertas porque te magrearon, porque alguien abrió su abrigo en tu calle. Y no contabas nada porque no entendías nada, porque era tu miedo y el de tus amigas a los 12, 13, 14, 15 años en aquel país negro.

Crecimos y casi nada ha cambiado. Periodista que concierta entrevista con una autoridad eclesiástica, un diácono te cita en una cafetería y sus manos van directas a tu cuerpo. Escapas y se queda en anécdota porque estas cosas asquerosas no se denunciaban y sabías que tú serías la señalada. En los turnos nocturnos de cierre del periódico Mediterráneo, cuando llegaba a casa decía al taxista que esperara a que entrara en el portal, ahondado en un jardín. Cuente hasta 50, por favor, que es lo que tardo en llegar a casa y luego ya se va. Años después algún taxista me reconocía, ¿eres la cliente que pedía que contáramos hasta 50? Y aún camino por las noches con la llave del portal en la mano.

Así nos educaron, así crecimos, atadas al temor, a múltiples cadenas personales y sociales. Nos señalaban, nos culpaban. Hoy siguen señalando, culpando, abusando, violando, asesinando. La sentencia de la brutal Manada es insoportable. La sororidad y derribar entre todas los diques de silencio es muy valioso. El hashtag #Cuéntalo, creado por Cristina Fallarás, ha llenado las redes de miles de mujeres violadas, abusadas, intimidadas. Impresionante. Estremece, entre muchas, la ilustradora Paula Bonet confesando que fue violada y no pudo contarlo hasta diez años después. «Me sentía responsable y sucia. No fui capaz de verbalizar ni denunciar». Lo que no se nombra, no existe. Hay que contarlo, denunciarlo, y que la sociedad escuche y reflexione. ¿Cuánto más van a sufrir las mujeres?

*Periodista