Las negociaciones para formar gobierno en Andalucía han revelado que un partido de ultraderecha defiende la derogación de la ley contra la violencia de género y la eliminación de ayudas para proteger a las mujeres víctimas de esa violencia.

Sus argumentos son básicamente dos: la violencia de género no existe y la protección a las mujeres es un ataque a los derechos de los hombres. Ambos argumentos son tan falsos tanto como que la Tierra no se movía. Es una necedad que desde la Inquisición defendieran lo contrario a lo que los datos señalaban y es alarmante que estuvieran dispuestos a quemar en la hoguera a quien no pensara como ellos. Aún así no se salieron con la suya como tampoco lo hará, si no le dejamos, el partido ultraderechista que no quiere hacer nada para evitar que multitud de mujeres sigan sufriendo y muriendo y que emplea argumentos negacionistas tan necios y alarmantes como los de la Inquisición. El pacto contra la violencia de género unía a todos los partidos pero ahora hay uno con representación institucional que no quiere saber nada de eso.

La violencia de género es una preocupación en la Unión Europea con enorme impacto y en nuestro país así lo dicen y lo lloran los datos: 47 mujeres asesinadas en 2018. Casi mil mujeres asesinadas desde 2003 que se inició esta estadística. El 13% de las mujeres españolas confiesan haber tenido miedo de alguna pareja o expareja. Más de 160.000 denuncias por violencia de género al año (casi 500 al día). 523.199 mujeres han tenido protección policial por ello en algún momento. Sí, ¡más de medio millón de mujeres! El partido de ultraderecha niega todos estos datos aunque sean de fuentes oficiales. Son falsos porque ellos lo dicen y no se hable más.

No toda la violencia que sufre una mujer a manos de un hombre es violencia de género. Lo es, con la legalidad vigente, la ejercida por hombres para dominar a la mujer con la que mantienen una relación sentimental. Cuando no consiguen dominarla a su gusto, cuando ella se niega a cumplir sus deseos o plantea la ruptura de la relación, pueden acabar matándola aplicándose el «la maté por que era mía».

Así pues una mujer puede sufrir la misma violencia que un hombre (puede ser atacada, pegada, matada, etc.), puede sufrir además violaciones a manos de hombres, incluso en manada --aunque algunas disparatadas sentencias no la consideren agresión sexual--, y además puede sufrir violencia de género a manos de su pareja masculina. Decir que la violencia de género no existe y equipararla a otras violencias es como decir que no existen los asesinatos y deben ser tratados como homicidios porque en los dos hay muertes. El asesinato tiene muerte, como el homicidio, y además situaciones agravantes. La violencia de género también tiene agravantes como dominación a lo largo del tiempo, con el terrorismo que ello supone, y requiere, además, de protección a las posibles víctimas.

Para acabar con la violencia de género no basta con la ley ni con la protección a las mujeres, ambas cuestiones son necesarias y deben mejorarse notablemente. Pero además hay que erradicar su causa que no es otra que el machismo, el supremacismo del hombre sobre la mujer. La violencia de género es la peor consecuencia del machismo (aunque no es la única, desgraciadamente hay muchas más). La buena noticia es que el machista no nace, se hace y por tanto el machismo se puede erradicar. La mala es que el machista se ha hecho durante siglos, se nos ha transmitido desde pequeños con el ejemplo de los mayores, con el diferente rol de las mujeres y los hombres, con el lenguaje y con tantas y tantas cosas. Así ha pasado de generación en generación con la perversidad de que las mujeres que lo sufren son a su vez portadoras de machismo y lo han transmitido a sus hijos e hijas. Por esto el machismo es una enfermedad de transmisión social, con consecuencias funestas, violentas e incluso mortales. Para acabar con la violencia de género hay que acabar con el machismo y eso sólo se conseguirá eliminando el cimiento sobre el que se edifica que es la desigualdad de género porque las relaciones de dominación no se establecen entre iguales sino entre desiguales.

Para conseguir la igualdad ayudan leyes pero además es necesario que en la lucha estemos juntos mujeres y hombres, porque también es cosa de hombres, y que se eduque y se forme a las personas para que la macabra transmisión social acabe. Consciente de la importancia de la igualdad, al ser nombrado rector de la UJI en el 2001 conformé el primer equipo rectoral paritario de una universidad pública española e impulsé la fundación Isonomía, junto a UGT y CCOO, para promover la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres que durante 16 años ha hecho una enorme y magnífica labor de sensibilización, formación e intervención social y ha traído cuantiosos fondos europeos para ello.

El partido ultraderechista tampoco quiere saber nada de promover la igualdad de género. Sus propuestas son la constatación de que el machismo existe y de que hay machistas orgullosos de serlo, que quieren continuar ejerciendo y transmitiendo el machismo aun a sabiendas de sus dramáticas consecuencias. Y, al parecer, si salieran del armario machista, hay suficientes para organizar un día del orgullo machista.

No hay que permitir ni un paso atrás en lo conseguido en igualdad y en lucha contra la violencia de género. Es más, hay que seguir dando pasos hacia adelante y lo más deprisa posible. Y para no entorpecerlo hay que aprender de lo que ha pasado en Andalucía.

El número de escaños que obtiene un partido se deriva del porcentaje de votos que obtiene. Quien duda de votar a un partido y al final se queda en casa sin votarlo disminuye el porcentaje que obtendrá ese partido pero además incrementa el porcentaje de los demás. Su abstención ha sido un voto que refuerza parcialmente a los que jamás votaría. Todos los andaluces que dudaban votar al PSOE, PP, Ciudadanos o Adelante Andalucía y al final no les votaron han actuado como votantes parciales del partido ultraderechista que se ha reforzado con los abstencionistas de todos ellos, ¡y han sido muchos!

Esta es una lección a aprender para próximas elecciones. El abstencionismo tiene consecuencias tan graves como que la formación del gobierno andaluz y toda la legislatura esté hipotecada con la ultraderecha. Aprendamos y votemos en las próximas elecciones a lo que más nos guste. Nos jugamos demasiado.

*Presidente de la Autoridad Portuaria de Castellón