La Ertzaintza arrestó ayer a seis hombres de 18 a 36 años como presuntos autores de la violación múltiple en Bilbao: con esta son ya 38 las agresiones sexuales en grupo denunciadas en lo que va de año, cuando en todo el año pasado se tuvo conocimiento de un total de 59, cifras muy superiores a las de los años previos. Al mismo tiempo, el mes de julio ha terminado con nueve mujeres asesinadas por violencia machista, una cada tres días. Dos fenómenos que comparten una misma raíz, un machismo enquistado, agresivo e incapaz de ver a la mujer como a un igual.

La lenidad de la sentencia contra la Manada de Pamplona desencadenó una auténtica conmoción social que supuso un revulsivo para el movimiento feminista en España y puso sobre la mesa la necesidad de una reforma legal que calificara como agresión sexual, y no simplemente como abuso, los actos sexuales cometidos forzando la voluntad de la víctima, con cualquier forma de violencia o intimidación y sin exigirle a esta una resistencia heroica. Ha sido más rápida la justicia, con la sentencia del Tribunal Supremo que elevó la pena de los autores de la violación colectiva de Pamplona y las de otras instancias autonómicas que han aplicado después la jurisprudencia establecida por el alto tribunal, que los partidos políticos que se comprometieron a legislar y a aplicar un pacto de Estado.

Algunas asociaciones feministas confían en que estas últimas sentencias, además de haber hecho justicia con las víctimas, tengan un efecto ejemplarizante. Lamentablemente es de temer que no sea así. De hecho, ni la aprobación de la ley integral del año 2004 sirvió para impedir que hace apenas dos meses se alcanzase el millar de asesinatos desde que empezaron a ser contabilizados, ni la ejemplar reacción de la sociedad española ha servido para atajar una modalidad de agresión grupal de la que tenemos noticias con una frecuencia escalofriante. No ha de haber tregua en las actuaciones de prevención de los cuerpos de seguridad, en la atención a las víctimas y en el castigo ejemplar. Pero con ello no basta.

Después del maltrato cotidiano, el rearme ideológico, banazalizador o exculpatorio, los crímenes con resultado de muerte y las agresiones sexuales en las que grupos de hombres parecen reproducir patrones de dominación violencia transmitidos a través del porno sigue agazapada una visión intolerable de la mujer que debe ser combatida a través de la educación, la movilización constante y la denuncia constante de todas las formas de violencia machista.