Se cumplen hoy veinte años del asesinato de Ana Orantes a manos de su marido. Trece días antes de su muerte, quemada viva en el patio de su casa, ella misma había denunciado ante las cámaras de Canal Sur las agresiones continuadas de que había sido objeto a lo largo de toda su vida matrimonial. El caso no fue el primero de violencia machista, por supuesto, pero fue el detonante de una progresiva concienciación de la sociedad que, en aquella época, según un informe de 1998 del Defensor del Pueblo, no consideraba que «desde el punto de vista histórico esta materia hubiera suscitado ni interés social ni jurídico, debido al papel reservado tradicionalmente a la mujer».

Raquel, la hija de Ana, ha recordado a su madre a través de la Cadena Ser. Ha leído una carta en la que denuncia que las mujeres siguen siendo hoy «ciudadanas de segunda» y ha confesado que «me encantaría decirte que todo ha cambiado, que hay voluntad política, pero no es así. Las víctimas siguen siendo las mismas y ellos continúan asesinado con impunidad». Aun a pesar de los cambios experimentados en la legislación y en la prevención y atención, lo cierto es que, desde entonces, se han producido más de un millar de muertes por violencia machista, con una media que roza las 70 por año. El problema sigue ahí y tenemos suficientes casos recientes que conforman una estadística macabra.

Tanto la reforma del Código Penal como la creación del Observatorio contra la violencia doméstica, la implantación de las órdenes de protección y la primera ley integral impulsada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (Contra la violencia de género, del 2004) fueron la respuesta a un clamor social que hoy sigue instalado en la sociedad española como un mandato moral de primer orden. Fueron medidas necesarias pero no suficientes, en parte por falta de financiación, en parte por disensos políticos o por falta de coordinación. La reciente aprobación del Pacto de Estado para atajar la violencia machista (con una enmienda a la totalidad de Podemos, por su poca concreción), indica que la tragedia está muy presente en nuestra sociedad.

Hoy también es el aniversario de la declaración de la ONU del Día Internacional para la Eliminación de la violencia contra la mujer. La lucha persiste y es deber de todos intervenir para erradicar esta terrible lacra social.