CARTA AL DIRECTOR

Ahora resulta que todo el mundo sabía. Todos estaban enterados, pero como caía tan bien, como era tan simpático, tan campechano y había hecho, junto con muchos más, unas cosas estupendas... pues los periodistas se callaban, los políticos sonreían comprensivos y los ciudadanos pagábamos todos los silencios. ¡Bravo, muy bien! Recuerdo aquellas palabras dichas en mi juventud: «españoles ilusos». Una vez le pregunté a mi abuelo que por qué tenía tanta gracia y tan poca vergüenza; él, sin inmutarse, me contestó: «¡Porque me dejan!». Y esa es la realidad. Ahora resulta que todos sabían y le dejaban. Pues tal vez tengan que sumarse al lado del que la hizo, porque, pudiendo, no movieron un dedo para evitarlo. H

Mabel Escribano