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Quizá escarmentada por su tardía reacción ante la última crisis del ébola, la Organización Mundial de la Salud no ha dudado ahora en declarar como una emergencia global la situación creada por el avance vertiginoso del virus del zika en una veintena de países de América Latina, especialmente en Brasil y Colombia. El grave riesgo que plantea este virus que trasmite un mosquito es la gran ignorancia que existe en torno a sus efectos. El más alarmante es el que lo asocia a la microcefalia en hijos de mujeres infectadas durante el embarazo, además de otros trastornos neurológicos graves. Incluso la certeza de que su contagio únicamente es posible a través de la picadura del insecto se tambalearía ahora si se confirma un primer caso por contacto sexual en Estados Unidos.

Aunque el ámbito geográfico concreto en el que se mueve hasta ahora el mosquito transmisor hace que entre nosotros el riesgo parezca distante, ciudadanos llegados de Suramérica a España sufren síntomas del virus, aunque con los efectos leves que normalmente produce la enfermedad salvo, al parecer, en las mujeres embarazadas. No caben los alarmismos de otras veces, pero tampoco mantener la guardia baja ante una amenaza hoy lejana pero de evolución aún imprevisible.