A un rey le obsequiaron con dos pichones de halcón, quien se los entregó al maestro de cetrería para su entrenamiento. Después de varios meses, el instructor le comunicó que uno de los halcones estaba educado, pero al otro no sabía que le pasaba, pues desde que llegó no se había movido de la rama. El rey llamó a los sabios, pero ninguno logró que volara. Desesperado, publicó un edicto donde se entregaría una recompensa a quién le hiciera volar. A la mañana siguiente, el rey vio al ave volar. Traedme al autor de este milagro, dijo, y ante él apareció un campesino. El rey le preguntó cómo había llevado a cabo el milagro, a lo que el campesino le explicó que tan solo tuvo que cortar la rama y al ave no le quedó otra que echar a volar.

Este cuento ilustra como mucha gente prefiere quedarse en la zona de confort, ese espacio en el que uno se siente cómodo y seguro. Para comprenderlo mejor, podemos imaginar dos círculos, uno pequeño dentro de uno mayor. El círculo pequeño representa todo a lo que estamos acostumbrados, nuestros hábitos y rutinas. El círculo más grande se compone de lo nuevo y desconocido. Es el círculo del aprendizaje, y solo crecemos cuando somos capaces de dar el salto a ese círculo. Es cierto que, en ocasiones, pueda convenir quedarse un tiempo en la rama. Pero, si nos quedamos en la zona de confort durante mucho tiempo, nunca sabremos lo lejos que hubiésemos podido llegar. H

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)