"El camino es la vida", lo dice Jack Kerouac en su imprescindible obra El camino, y también es historia, descubrimiento y aventura. El viajero podrá comprobarlo en Castilla-La Mancha, que ofrece un vasto, rico patrimonio histórico y artístico que la convierte en un destino imprescindible, cercano y único.

Castilla-La Mancha es el centro neurálgico de la historia de nuestra tierra. Los pueblos prehistóricos, los romanos, visigodos, musulmanes, el esplendor cristiano y el imperio que dominó el mundo conocido durante siglos han convertido a sus pueblos y ciudades en un destino inolvidable con una envidiable riqueza.

Parte de esa riqueza es reconocida de forma universal, como es el caso de las urbes de Toledo y Cuenca. La primera es una de las ciudades más bellas del mundo, un portentoso casco histórico que encierra más de 2.000 años de historia y una riqueza artística incomparable. Por su parte, Cuenca, asomada a las hoces del Júcar y el Huécar, colgada desde la pared que la sustenta, invita desde su percha a transitarla con calma, degustarla y llevársela para siempre en la memoria. Ambas son Patrimonio de la Humanidad, como lo son también el Parque Minero de Almadén y las pinturas rupestres del Arco Mediterráneo. El primero ofrece un excitante viaje a los secretos de las minas más antiguas del mundo. Por su parte, las pinturas rupestres del Arco Mediterráneo se suceden por cuevas y abrigos en las serranías de las provincias de Cuenca, Albacete y Guadalajara. Las más recientes en unirse a este selecto grupo Patrimonio de la Humanidad han sido las cerámicas de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo -una tradición asentada desde hace seis siglos y que mantiene activos todavía hoy más de 40 talleres en las dos localidades toledanas-; y las tamboradas de Tobarra, Hellín y Agramón que configuran un ambiente sonoro, festivo, fascinante y cargado de emoción.

Abanico de destinos

Junto a estos destinos imprescindibles, el viajero puede y debe buscar los pueblos y ciudades con encanto que salpican la geografía. Desde las sierras más agrestes hasta las planicies manchegas, el abanico de destinos es fascinante, amplio y variado.

Todos estos lugares son auténticos viajes en el tiempo que se convierten en pequeñas aventuras históricas en el caso de los castillos y fortalezas que se levantan en parajes por todos los rincones. Y si de patrimonio hablamos no podemos olvidar las historias sorprendentes que nos transmiten las seculares piedras de los parques arqueológicos de la región: Segóbriga, una de las ciudades mejor conservadas de lo que fue la Hispania romana; Carranque, con una impresionante colección de mosaicos romanos; Alarcos-Calatrava, entre cuyos muros todavía resuenen los ecos de la Reconquista; y Recópolis, un tesoro de la cultura visigoda.

Por tierras de Dulcinea

Mención aparte merece el viaje por la Ruta del Quijote. Las aventuras narradas por Miguel de Cervantes en su obra y con ellas la comarca de La Mancha ha alcanzado fama universal. Blancos molinos, llanuras de horizontes infinitos, antiguas ventas, pueblos encalados, viñedos sin fin y singulares humedales ofrecen al viajero un variado y rico abanico de posibilidades para hacer del camino una experiencia inolvidable.

La riqueza de esta ruta se descubre en el alcaná de Toledo; en las planicies y cielos azules recortados por los molinos de Consuegra, Mota del Cuervo o Campo de Criptana; en los blancos muros de El Toboso, tierra de Dulcinea; en la Cueva de Montesinos de Ossa de Montiel; en las bellas Lagunas de Ruidera; en ventas como la de Puerto Lápice; en los Campos de Calatrava y Montiel; en las tierras próximas a Sierra Morena.

Lo mejor para conocer a fondo estos rincones es llevar un ejemplar de la novela más universal. Será la mejor guía. Y tras la ruta, al viajero le espera la sorprendente gastronomía de la tierra, sus excelentes vinos, y una oferta hostelera cercana, variada, y de calidad.

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