Al hablar de reciclaje hay que pensar en un concepto más amplio, el de la economía circular, que estudia el aprovechamiento de materiales, productos o residuos para obtener las mayores utilidades posibles para las personas, con el mínimo consumo de recursos y durante un plazo de tiempo que permita la sostenibilidad a largo plazo. Una de las prioridades dentro del campo de la alimentación es producir un nivel suficiente de recursos alimenticios, con el menor consumo posible de recursos y la menor generación de residuos.

Teniendo en cuenta que la producción agropecuaria suele estar alejada de las ciudades con más población, en este contexto cobran una gran importancia en esta industria los sistemas de logística comercial. Seguridad, higiene, economía de materiales, conservación y distribución de alimentos son clave para evitar el deterioro y pérdida de los alimentos que consumimos, lo que supone un grave impacto negativo.

La FAO determina que se produce un desperdicio de alimentos cuando estos han sido generados y son aptos para el consumo, pero no se consumen porque se estropeen o han sido descartados por minoristas o consumidores. Según la FAO, entre el 30 y el 40% de desperdicio de alimentos en Europa, América, China, Japón y Corea se produce en la fase de distribución y consumo, con la pérdida de inputs productivos como agua para pastos o riego, piensos, fertilizantes, combustible para cosecha y transporte, y la emisión de CO2.

NYLON ‘MADE IN CASTELLÓN’

UBE produce en Castellón nylon, un plástico de ingeniería útil para envases alimentarios de altas prestaciones. Este tipo de envases protege la comida, evita su deterioro en los comercios o el transporte, y permite emplear poco material en comparación con sistemas de protección como el vidrio, la madera o el metal. Además, su menor peso implica que durante la fase de transporte se emite menos CO2 para trasladar el producto hasta el consumidor.

La empresa contribuye al inicio del proceso logístico de los alimentos para reducir el desperdicio alimentario y las emisiones de CO2 con los envases de ingeniería, pero también está abriendo camino en el otro extremo, ya que promueve la tecnología del reciclaje químico entre diversos agentes, para el desarrollo de un sistema de economía circular que permita la recogida, procesamiento y aprovechamiento de los residuos de envases plásticos para su conversión en materias primas para diversas industrias.

El Grupo UBE desarrolló en Japón, junto con Ebara Corporation, un proceso que gasifica residuos plásticos mediante la oxidación parcial con oxígeno y vapor, obteniendo gases de síntesis que pueden usarse para producir amoniaco, olefinas y otras materias primas que tienen múltiples usos en la producción de metales o productos farmacéuticos y la protección de alimentos.

Se trata de una tecnología muy útil al final del ciclo de vida del envase, que contribuye a una mejora de los porcentajes de reciclaje, en consonancia con las estrategias europeas de la economía circular y del plástico. La implantación de estas soluciones permitirá a medio y largo plazo dar un paso importante hacia la reducción del derroche de alimentos, y de los materiales plásticos empleados en envases. A ello hay que sumar la recuperación de materias primas importantes en una economía cada vez más circular.

La opción de emplear mejores envases y evitar su dispersión por el medio ambiente es una responsabilidad compartida, que cobra sentido cuando puede convertirse en fuente de desarrollo sostenible.