El 75% de la Península Ibérica está en riesgo de desertificación por el cambio climático. Si no se frena el calentamiento global, la caída de las precipitaciones y la mayor evaporación debida al aumento de las temperaturas pueden convertir España y Portugal en un inmenso páramo, según un grupo de científicos convocados este jueves por la organización ecologista Greenpeace con motivo de la celebración de la Cumbre del Clima COP25 en Madrid.

Las sequías son el elemento más visible de esta amenaza. El meteorólogo de la Agencia Estatal de Meteorología Ernesto Rodríguez ha explicado que en las últimas cinco décadas se ha observado una reducción "apreciable" de la precipitación y un "aumento" de la demanda evaporativa, por lo que hay "menos disponibilidad de agua".

Si la emisiones de gases de efecto invernadero siguieran al ritmo actual, "de aquí a fin de siglo la cantidad de precipitaciones se reducirá entre el 16% y el 4%", con especial incidencia en las zonas del sur de España, ha añadido.

DISTRIBUCIÓN DIFERENTE

La distribución de las lluvias será también diferente. Habrá "menos días de precipitación" a lo largo del año y los periodos secos serán más largos. "Hay más dudas sobre si las precipitaciones serán más o menos intensas", ha advertido Rodríguez.

Aunque la sucesión de temporales de los últimos meses pueda hacer creer lo contrario, hay varias cuencas es España en situación de sequía hidrológica. Greenpeace ha destacado que las reservas de agua embalsada, a fecha de 18 de noviembre de 2019, se encontraban al 43,6 % de su capacidad, tan solo un 6,5% más llenas que en la "grave" sequía de 2017. "Hay zonas en las que puede haber agua "suficiente" y otras cuencas "que están bajo mínimos en términos de precipitación", ha precisado el meteorólgo, que ha destacado que "cada vez está siendo más frecuente pasar en semanas de periodos de sequías extremas a inundaciones".

El catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Leandro Moral, ha ofrecido datos retrospectivos precisos. Contrastando las series largas de 1940 a 2015 con la más reciente de 1980 a la actualidad, los estudios han constatado unas reducciones de precipitaciones que oscilan entre el 10% de algunas cuencas occidentales, hasta el 30% en el medio oeste.

MÁS DESIGUALDAD

"La gestión del agua tiene que ser una pieza fundamental de la política del clima, un instrumento para adaptarnos a las alteraciones hidrológicas a la vez que para minimizar esas alteraciones", ha defendido el geógrafo. En su opinión "hay asumir la merma generalizada" de caudales y "revisar a la baja los recursos".

La investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Universidad de Columbia (Nueva York), Ana Iglesias, ha hecho hincapié en que el cambio climático genera una "injusticia" y una "falta de equidad en los recursos". "Este estrés climático nos trae a la Península más desigualdad. Los más vulnerables, los pequeños agricultores, serán siempre los que más afectados estén", ha lamentado.