Corría 1961 y, además de “trabajar, trabajar y trabajar” --en su caso lo mismo que dibujar, dibujar y dibujar-- a los inquilinos de 13, Rue del Percebe, Francisco Ibáñez también robaba tiempo para salir con Reme. Con ella consolidó su noviazgo en aquellos meses y con ella entró ayer cogido del brazo y en plena forma en una fiesta-homenaje para celebrar su 80º cumpleaños con un gran pastel. Aquella serie, con permiso de Mortadelo y Filemón, Rompetechos y El Botones Sacarino, aunque él aún ni lo imaginaba, se convirtió en una de las más míticas del cómic, nacida en la contraportada de la revista Tío Vivo del 6 de marzo de aquel año.

Ibáñez, con su sonrisa siempre pícara pidió ayer como deseo de aniversario “unas vacaciones o la jubilación”, aunque, infatigable, acaba ya de entregar las páginas para el próximo álbum de Mortadelo, sobre los Juegos Olímpicos de Río, y está ya pensando en qué nueva aventura embarcar a sus disparatados agentes de la T.I.A., nacidos en 1958.

Recibió como regalo la primera edición integral de 13, Rue del Percebe, un lujoso volumen publicado por Ediciones B a los 55 años de la aparición de la icónica serie, que enseñaba las tripas de un edificio de cinco plantas con unos inquilinos más que especiales. “Ese formato no lo inventé yo. Algunos compañeros de Bruguera, Vázquez y otros, ya habían hecho algo. Fue por no hacer la historieta clásica. El jefe me dijo: Haz algo que tenga gracia y distinto de lo que has hecho hasta ahora”. Así surgió una historieta que “era como subir el Everest”: “cada semana tenías que meterte en cada cubículo e inventarte un gag para cada piso, necesitabas 15 o 20 ideas distintas por página y cuando llevas 50 aún, pero a partir de la 51…”. Dibujó 342, sabedor de que “lo difícil no es crear un personaje, sino mantener el interés con él después de 100 historias”.

Tras advertir de que el ascensor de 13, Rue del Percebe nunca funcionará bien porque “sería como si Mortadelo perdiera la levita”, el historietista evocó cómo algún vecino temía haber servido de inspiración. “Imposible, nadie podría parecerse a los personajes que hacía”. Del alocado edificio recordó “con cariño” a Manuel Vázquez, creador de Anacleto, quien le inspiró a Manolo, el moroso inquilino de la buhardilla. “Había mucho compañerismo y él era fabuloso con sus ideas, pero el personaje que yo dibujaba más a gusto era el de la alcantarilla, Don Hurón, porque solo tenía que dibujar medio cuerpo”, comentó con ironía para, acto seguido, recordar la censura franquista, que le obligó a cambiar “al fabricante de monstruos” --el científico que emulaba a Frankenstein en el segundo piso-- “porque decían que ningún ser humano podía crear vida”, solo Dios.

“Trabajaba con un ojo en el papel y otro en la oficina de censura” y sabía que en los 60, “si hubiera metido a un político, habría acabado picando en el Valle de los Caídos”, pero este no fue el único episodio. “En una serie de Vázquez, La Historia ésa, vista por Hollywood, hice una ballena con un ballenato, unos calamarcitos y un calamar gigante. Dijeron que cómo se permitía un dibujo libidinoso sobre adulterio en una revista infantil”.

EVOLUCIÓN DE PERSONAJES // El integral incluye todas las historietas que dibujó Ibáñez, entre 1961 y 1968, además de la que realizó en el 2002 para un volumen especial de la colección Super Humor, donde actualizaba la situación de los personajes (los inquilinos de la pensión se habían convertido en okupas y las deudas del moroso eran en euros). “Hoy --aventura-- ya no llamarían a su puerta acreedores, sino que irían a desahuciarlo; la portería ya no existiría y quizá habría una sucursal de un banco; en lugar del colmado habría una gran superficie; el caco sería un banquero; los cinco niños habrían crecido y marchado de su casa y vuelto a vivir con sus hijos a casa de los abuelos”.

Con el “¡Gracias, maestro!” resonando en la sala, Ibáñez pudo verse en un video que recordó su carrera y donde lo felicitaban, entre otros, Forges, Alaska y Jordi Évole. Aún con los acordes al piano de Cumpleaños feliz y respaldado por el presidente del Grupo Zeta, Antonio Asensio Mosbah --lo calificó de “maestro, genio y filósofo de la vida moderna a través del humor”--; el director del área de Libros de Ediciones B, Román de Vicente, y el nuevo director de Sport, Ernest Folch, Ibáñez echó la vista atrás. “¡Quién me lo iba a decir! Nunca pensé cuando dibujé por primera vez a Mortadelo que llegaría hasta aquí”.

Probablemente es el autor de cómics más popular: desde que fichó por Ediciones B en 1988 ha vendido 30 millones de ejemplares sin contar las ventas internacionales ni los 30 años anteriores, cuando trabajó sobre todo para Bruguera. Con el integral de 13, Rue del Percebe, que en un par de semanas ya figura en los rankings de más vendidos, sigue la estela del éxito del 2015, con los álbumes de Mortadelo y Filemón El tesorero y ¡Elecciones!, con más de 100.000 ejemplares cada uno. Y eso que “no dibujo para criticar a ningún político. Me hacen la competencia, hay varios que hacen reír tanto como yo”.

Feliz por la celebración, por seguir al pie del pupitre y por otro próximo homenaje, tuvo palabras para reivindicar el medio: “En este país nunca se ha reconocido el cómic como los franceses. Se habla mucho del museo del cómic pero nunca hay dinero”. H