La lucha contra el cambio climático se ha despedido de la cumbre de Marrakech (COP22) reforzada por la unanimidad de las delegaciones, convencidas de que hay que seguir avanzando hacia una sociedad descarbonizada, aunque sea con lentitud, pero con la incertidumbre por la llegada de Trump a la Casa Blanca. Estados Unidos no es solo el segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero, solo por detrás de China, sino que aspiraba a convertirse en el líder económico de la transición energética.

La cumbre concluyó --en la madrugada de este sábado, como es tradicional en este tipo de reuniones--, pero no el trabajo. La diplomática mexicana Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención sobre Cambio Climático de la ONU (Unfccc), emplazó a los negociadores a seguir trabajando a partir del lunes «porque queda mucho por hacer». «La amenaza del cambio climático es real, como también lo debe ser nuestra respuesta».

Las 190 delegaciones presentes en Marrakech han mostrado sin ambages su objetivo de mantener los acuerdos de París, que ya han sido ratificados por 111 países que suman el 70% de las emisiones mundiales, y algunas incluso han aprovechado la ocasión para presentar planes para la reducción de gases a largo plazo, incluyendo apuestas decididas por las energías renovables. También ha sido muy destacable el anuncio de que 47 países aspiran a conseguir en un tiempo prudencial un suministro 100% renovable, algo que por ahora solo ha conseguido Costa Rica.

«Las posibilidades de que el mundo pueda compensar una retirada de EEUU, tanto en reducción de emisiones como en financiación, son prácticamente nulas --según Mohamed Adow, de la oenegé Christian Aid--. Y eso es terrible». Pero probablemente aún lo pasarían peor sus propios ciudadanos. «Si Washington se retira, el perdedor será el pueblo estadounidense», ha advertido Erik Solheim, director del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (UNEP).