Querido amigo, hace días que quería escribir estas líneas pero la emoción me lo impedía, hoy me atrevo a hacerlo para rendirte este pequeño homenaje.

A lo largo de nuestra vida hacemos muchos amigos y hay algunos que llegamos a apreciar tanto como si fueran de nuestra familia, así ha sido contigo. Siempre te mantendré vivo con los recuerdos que hemos compartido juntos, cómo voy a olvidar las horas de trabajo en el despacho de la C/ Navarra, las comilonas, las cenas todos los sábados, ese humor que te caracterizaba, los muchos viajes que hemos hecho juntos, las fiestas en Betxí, el Pilaret, etc. etc., han formado y forman parte de mi vida. Quiero agradecerte tu amistad en mayúscula que ha sido la mejor experiencia de mi vida, y que siempre en los malos momentos que he tenido has sabido estar ahí, siempre el primero, ayudando en todo, dándome una voz de ánimo que me hacía sentir capaz de lograr todo y aportándome la serenidad que en ese momento precisaba. Cuánta falta me harás amigo mío, no hay nadie que te pueda reemplazar.

Ya sé, querido amigo, que nunca te gustaron las palabrerías pero tenía que hacer esto para quedarme en paz conmigo misma y sé que allá donde estés estarás velando por tu mujer, hijos, nieta, los cuales han dado un gran ejemplo de entereza, cariño y amor. Bueno «rojillo» como te llamaba Miguel, no quiero ponerme triste. Una despedida es necesaria para volver a reencontrarse. Y un reencuentro, después de toda una vida, es algo inevitable si somos amigos de verdad. H