Algunos ancianos mueren tan solos que no hay ni estadística que lo registre. Joaquim Bosch, exportavoz de Jueces para la Democracia, alertó el pasado martes de que los casos se multiplican. «Cada vez me pasa más, como juez de guardia, encontrarme con cadáveres de ancianos que llevan muchos días muertos, en avanzado estado de descomposición. No sé si está fallando la intervención social o los lazos familiares. Pero indica el tipo de sociedad hacia el que nos dirigimos», tuiteaba.

Más de 15.000 personas han compartido ya el mensaje de Bosch, pero más allá del gesto no existe una reflexión institucional y social. «No soy un experto en la materia -explica Bosch- y al ver la repercusión he buscado información y no he encontrado nada». La falta de datos tiene una explicación burocrática y es que una vez se alza el cadáver, cuando se descarta un posible delito, se archiva el caso. «Ahí se acaba todo, no deja rastro institucional», explica. Nadie indaga qué ha pasado para que no se repita. Pero pasa cada vez más, según el juez, que explica que ha compartido su «sensación» con médicos forenses, secretarios judiciales y empleados funerarios. «Y todos me lo confirman», dice.

No es una situación infrecuente. Descartados los delitos y accidentes y los casos en los que el aviso llegó en cuestión de horas, al menos 14 ancianos han muerto solos en el 2017, han tardado días en ser localizados y su caso ha trascendido a los medios.

LA PUNTA DEL ICEBERG // En julio, en Cambre (A Coruña), un ladrón descubrió el cadáver de un hombre de 90 años que llevaba muerto desde Navidad. En Gran Canaria se descubrió hace unas semanas el cadáver de una mujer de 89 años que había perecido hacía más de 10 días y se llegó a detener a su nieto al pensar que la había dejado morir de hambre, algo que después se descartó. En Badía del Vallès (Barcelona), una mujer de 96 años convivió varios días con el cadáver de su hijo, de 67, que la cuidada, hasta que ella misma falleció, algo que no se descubrió hasta una semana después. Y en San Blas (Madrid), este otoño una comisión judicial descubrió el cadáver momificado de un hombre de algo menos de 60 años que llevaba cuatro años muerto cuando le iban a desahuciar. Son solo los casos más llamativos y Bosch avisa de que se trata de «la punta del iceberg». «No he visto noticias de ninguno de los muertos en estas circunstancias que he tenido como juez de guardia en mi partida judicial y así será en muchas», reflexiona.

Todo indica que estas situaciones se van a multiplicar porque la sociedad envejece y se aísla. En España, el 17,1% de la población tiene más de 65 años y según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el 2016 crecieron un 4% los hogares de una sola persona de esa edad o más, hasta rozar los dos millones. Pero Bosch subraya que por sí mismos estos datos no deberían abocar a estas situaciones. «Conozco bien un país como Dinamarca y allí hay muchos más ancianos que viven solos, pero hay unos instrumentos sociales que creo que hacen que esto no ocurra tanto», señala. «Aquí cubría esta eventualidad la red familiar, pero se ha debilitado y no se ha reforzado el sistema institucional», apunta.

Albert Quiles, de la fundación Amigos de la Gente Mayor, manifiesta que «falta madurez como sociedad» para gestionar la situación a todos los niveles.