"La cuestión de los curas casados está en mi agenda", pero también: "El celibato sacerdotal permanecerá tal como está". Las dos frases del papa Francisco, pronunciadas con un año de distancia entre la una y la otra, resumen la peliaguda situación en la que se encuentra el debate sobre el celibato dentro de la Iglesia católica. A más de tres años de su elección, Francisco transmite la impresión de querer 'hacer algo' en este ámbito, pero lo cierto es que lo único que ha hecho en esta materia, o al menos lo último, ha sido apartar del cargo al obispo de Mallorca, Javier Salinas, por una supuesta relación sentimental con su secretaria.

Tal vez la primera novedad, que decepcionará a los católicos progresistas, llegue de la lejana Amazonia. El año pasado se rumoreó que el Papa había pedido por carta al cardenal Claudio Hummes, de 82 años, gran amigo de Bergoglio, una reflexión sobre la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres de probada fe, casados, no jóvenes y con una vida ejemplar. Sería solo en la periférica Amazonia, una región más grande que muchos países, donde un solo párroco puede tener que administrar 60 comunidades.

El Vaticano ha desmentido el rumor. "No hay ninguna carta", respondió un portavoz. Pero el tema ha vuelto estos días a la actualidad al ser introducido en el próximo Sínodo de la Amazonia, que está propiciando precisamente el cardenal Hummes.

MUCHAS EXCEPCIONES

En la Iglesia de Roma ya existen unos 100.000 curas casados (sobre un total de 420.000) y con familia, que ejercen sus funciones. Están los ortodoxos de rito latino (fieles a la Santa Sede desde que se produjo el cisma del siglo XI), que antes de ser ordenados curas pueden elegir si casarse o no, aunque de hacerlo no podrán ser nunca obispos. Están también los varios centenares de sacerdotes de la Iglesia anglicana, separada de Roma, que pidieron regresar cuando aquella confesión de Inglaterra abrió sus puertas a los curas gais y al sacerdocio y obispado de las mujeres: el papa Benedicto XVI les aceptó con sus esposas e hijos, creando para ellos una diócesis sin territorio. Y en los países excomunistas del Este de Europa todos los curas fueron castigados por los regímenes, obligados a ser obreros y abandonados a su suerte ya que el Vaticano no pudo seguir en contacto con ellos. La mayoría se casaron, pero al caer el Muro de Berlín, fueron localizados por la Iglesia y reincorporados, porque en aquellos países ya no había curas.

Se trata de casos justificados por las vicisitudes de la historia, al lado de los cuales existen las situaciones de los díscolos, curas y obispos que un día se enamoraron, empezaron a convivir con una mujer, tuvieron hijos. Algunos abandonaron la Iglesia, pero otros reivindican su derecho a seguir ejerciendo como sacerdotes. Hay también numerosos curas, principalmente en África, con familias a cargo de los presupuestos de las diócesis.

65.000 CASOS

Existen varias plataformas que reúnen a los sacerdotes casados o les apoyan, como Diálogo, la Asociación de Sacerdotes Obreros Casados y Somos Iglesia. "No queremos justificaciones bíblicas ni cambiar el derecho canónico [eclesiástico], sino solo poder volver a ejercer el ministerio", explica el expárroco casado y punto de referencia Giuseppe Serrone. Afirma que "no existen estadísticas oficiales públicas" sobre los curas casados, aunque cifra en unos 65.000 los casos que se habrían producido en 40 años.

Desde su propia experiencia, informa Carme Escales, el exjesuita Santiago Díaz de Quijano también aboga por la revisión del celibato. Antes de dejar la compañía de Jesús, "iba de psiquiatra en psiquiatra, estaba deshecho", confiesa. "Mi corazón y mi cuerpo no entendían la castidad", dice. "En la vida, hay sufrimiento que genera vida, que forma a la persona y la hace más serena, pero hay otro que no genera nada de eso, y en este último me sentía yo", recuerda. De modo que a los 28 años dejó de ser jesuita y a los 31 conoció a la que sería su esposa y madre de sus tres hijos.

REGLA DE VIDA, NO DOGMA

Respondiendo a las preguntas que le hicieron cinco curas casados en el 2015, invitados a su casa del Vaticano, Jorge Bergoglio dijo que "se trata de una cuestión a la que la Iglesia da importancia, que está en la agenda de la Congregación [ministerio] del Clero, aunque no es fácil de resolver". El celibato de los sacerdotes "no es un dogma de fe sino una regla de vida", por lo que "la puerta está siempre abierta" a un cambio, "si bien en este momento hay otros temas sobre la mesa", respondió a los periodistas regresando de Tierra Santa. La pregunta partía de una carta que 26 mujeres, esposas de curas, habían escrito al Papa "para romper el muro de silencio y de indiferencia con el que chocamos cada día".

MENSAJES CONTRADICTORIOS

Juan Pablo II se negó a separar el celibato del sacerdocio y también Benedicto XVI. En febrero de este año, Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, dijo en un simposio que "la reforma del celibato no está bajo examen del Papa, no que yo sepa por lo menos". Finalmente, el Papa, hablando a los obispos italianos, dijo este año que "el celibato sacerdotal permanece como es", lo que pareció contradecir que estaba en su agenda. A menos que desde la Amazonia llegue un primer paso.