Agustín y su madre, Aurelia, fueron hallados sin vida el pasado lunes en su domicilio de Badia del Vallès (Vallès Occidental). Él tenía 67 años y ella, 96 años. El estado de descomposición de sus cuerpos, y la inspección ocular que los Mossos d’Esquadra llevaron a cabo en el interior de la casa para descartar que fueran las víctimas de un crimen, indican que primero murió él y, después, con algunos días de diferencia, falleció ella.

Los médicos forenses no pueden delimitar con claridad la fecha exacta de los dos decesos. Pero sí ha estimado que, que cuando fueron localizados, Agustín llevaría muerto al menos una semana, y Aurelia, solo tres o cuatro días, como mucho. En el suelo del comedor, cerca de la mujer, había restos de una sustancia que posiblemente sería orina, pero no heces fecales. Esto último indica que la anciana no ingirió nada sólido durante las jornadas que transcurrieron hasta que se apagó del todo. Junto al cuerpo de la anciana, vestida solo con un camisón, encontraron también recostado el caminador que usaba para desplazarse.

Todo cuadra con la conclusión a la que los Mossos llegaron el lunes por la tarde: Aurelia, una anciana de movilidad muy reducida -o absolutamente paralítica sin su caminador- y aquejada de una grave senilidad -debido a su avanzada edad-, murió de inanición, incapaz de llegar hasta la cocina para alimentarse o de coger el teléfono -si en su estado llegó a ser plenamente consciente de lo que le había ocurrido a su hijo- para pedir auxilio para su hijo.

Investigación en marcha

Agustín y Aurelia recibían cada dos semanas la visita de una mujer de la limpieza que les echaba una mano para adecentar el domicilio. Se trata de una empleada de la empresa Clece. El ayuntamiento de Badia del Vallès, como ocurre con frecuencia en municipios de dimensiones reducidas, delega los servicios sociales en el Consell Comarcal del Vallès Occidental. Este órgano, a su vez, había externalizado el servicio contratando a Clece. Fuentes de esta compañía subrayan que esta familia no recibía la atención de ningún trabajador social. Únicamente acudía a su casa la trabajadora de la limpieza.

Clence, sin embargo, no aclara si esta empleada estaba obligada a informar al Consell de que nadie abrió la puerta el pasado día 6 de noviembre. El Consell ya ha tramitado un expediente informativo para concluir si hubo o no negligencia por parte de la trabajadora o de Clence.

Televisión encendida

Cuando los policías lograron entrar en el domicilio de Agustín y Aurelia el pasado lunes a mediodía, por la ventana trasera de estos bajos de la calle Santander, encontraron la televisión encendida. El ruido del aparato sonó durante días, indicando que los dueños estaban en casa aunque no abrieran la puerta ni a la mujer de la limpieza. Pero al parecer nadie se dio cuenta. A los vecinos tampoco les llamó la atención el hedor que inundaba el rellano hasta que fue demasiado tarde también para Aurelia.

La anciana se vio arrastrada por la muerte de su hijo, que era quien la cuidaba con esmero desde hacía años. Cuando Agustín cayó desplomado a causa de una crisis respiratoria, la madre se quedó durante días merodeando por el comedor, atada por un cordón invisible a la persona que hasta entonces la había mantenido con vida.