Hace año y medio anunciaba su retiro, alegando que deseaba pasar más tiempo con sus nietos, y su suave crepúsculo se completó el pasado martes, en que un cáncer de páncreas, que combatía desde el 2010, terminó con su vida a los 76 años. Aretha Franklin deja atrás un reguero de grabaciones temperamentales que crearon escuela, con álbumes influyentes como, en particular, los que a finales de los 60 registró para el sello Atlantic.

Su voz arrolladora y su estilo salpicado por giros impredecibles, fraseos caprichosos y puntas de paroxismo heredadas de su educación en el góspel, se moldeó cuando era una niña, como integrante del coro de la iglesia baptista de New Bethel, en Detroit, cuyo pastor era su padre, C. L. Franklin, y en el que cantaba su madre (ambos, emigrados de Memphis, donde Aretha nació el 25 de marzo de 1942).

A los 14 años grabó su primer disco, Songs of faith (1956), pero durante un largo tiempo su talento fue malogrado a causa de producciones desenfocadas. Del góspel, al blues, el estándar y el pop melódico: los cambiantes menús de sus discos para Columbia, donde fue fichada por el cazatalentos John B. Hammond, que en aquellos años descubrió a Bob Dylan (y, una década más tarde, a Bruce Springsteen).

No fue hasta que el productor Jerry Wexler se la llevó a Atlantic cuando todo cuadró de repente, con el sencillo I never loved a man (the way I love you), balada con un trasfondo de malos tratos («No eres un buen rompecorazones / Eres un mentiroso y un tramposo / y no sé por qué / dejo que me hagas todas esas cosas»), como proa de un turbador álbum homónimo lanzado en 1967. Lo abría un Respect grabado antes por su autor, Otis Redding, y que en su voz ganó nuevos significados: el respecto reclamado no era solo racial sino también de género. Aretha podía tener destellos de pirotecnia vocal, pero mandaba la crudeza y la sensación de que lo que cantaba era real.

MÁS ÉXITOS // Vinieron a continuación Aretha arrives (1967) y su álbum citado como más álgido, Lady soul (1968), que incluía Chain of fools. Y otra obra poderosa, Aretha now (1969), que abría una composición propia, Think, también interpretable en clave feminista. Discos en los que, además de cantar, ella tocaba el piano.

No hubo suerte con Aretha Franklin en España, donde nunca llegó a actuar. No es raro: la fobia a los aviones la alejó largamente de los escenarios europeos).

Nunca dejó de grabar. Su último lanzamiento fue A brand new me, el pasado noviembre; ese sí, un disco recreativo, con sus clásicos en manos de la Royal Philharmonic Orchestra.