La voz poderosa de Aretha Franklin no surgió por generación espontánea. Llevaba el soul en los genes. Su madre Barbara Siggers fue una excelente cantante pero fue el padre, el reverendo Clarence LaVaughn Franklin, quien determinó el destino de la artista. C. L. Franklin, pastor de la iglesia baptista, fue un pionero de los telepredicadores actuales y todo un personaje.

Empezó su andadura cuando tenía 16 años y se ganó una cierta reputación en sus sermones que se llegaron a trasmitir los domingos por la radio y se comercializaban en discos que fueron superventas. También cobraba altos honorarios por sus apariciones en público. Dos de esos sermones pasaron a formar parte de la Biblioteca del Congreso en el 2011. "El hombre de la voz del millón de dólares", como era conocido popularmente reinó entre 1946 y 1979 en el púlpito de la Friendship Baptist, en Detroit, la iglesia en la que el pasado martes se reunieron muchos fieles para rezar por Aretha Franklin. Fue él el que incitó a sus hijas Aretha, Irma y Carolyn a seguir los pasos de la madre como intérpretes. En los años 50 lAretha solía acompañarle como solista en el coro de gospel por todo el país.

Paralelamente a su labor religiosa, el reverendo Franklin fue también un potente activista de los derechos civiles de los afroamericanos, en los años más duros de las reivindicaciones. También fue confidente, amigo y partidario de Martin Luther King.

En junio de 1979, recibió dos disparos a quemarropa durante lo que se cree fue un robo en su domicilio de Detroit. No murió entonces, permaneció en coma durante cinco años, en ese estado los hijos del pastor decidieran trasladarlo a su casa y allí falleció en 1984.

Entre los aspectos más oscuros del reverendo, que también los tuvo, está el hijo que tuvo con una niña de 12 años, feligresa de su congregación que dio a luz a Carl Ellan, el sexto de sus hijos.