Delante de las costas de la isla griega de Zante (o Zakynthos), entre dos y cinco metros bajo el mar, se hallan los restos de lo que a todas luces parece una antigua ciudad. Columnas, losas, ruedas de molino… En el año 2013, los servicios arqueológicos griegos enviaron una misión para investigar el hallazgo. Sin embargo, ahora un equipo de científicos ha dado al traste con las expectativas al descubrir el origen real: esa ciudad no es obra humana, sino que sus arquitectos son microbios prehistóricos. Más concretamente, esas estructuras son los restos de un banquete bacteriano de hace millones de años.

El anuncio es tan perturbador que hay quien no se lo cree. Pavlos Voutos, un empresario turístico de la isla, ha expresado en internet su indignación ante lo que considera una afrenta a una joya arqueológica. Sin embargo, los expertos consultados tienen pocas dudas. Aunque no sea obra humana, se merece una consideración.Michael Stamatakis, geólogo de la Universidad Nacional de Atenas y coautor de la interpretación microbiana, se ha aliado con investigadores de Italia y Croacia para pedir a la Unión Europea que proteja sitios parecidos de los tres países.

“Las otras estructuras de este tipo son a una profundidad aún mucho mayor, lo que excluye la intervención humana”, explica Julian Andrews, geoquímico de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) que ha colaborado con Stamatakis en los análisis. Desde hace al menos una década, según Andrews, los habitantes de Zante habían notado su existencia mientras buceaban o incluso cuando pasaban en barco encima de la zona, de unos 30 por 180 metros.

ANÁLISIS DE RAYOS X

Posiblemente alertados por la circulación de imágenes en internet, los servicios arqueológicos griegos enviaron un equipo. “Al observarlo de cerca, se ve que las columnas son irregulares y el material es granuloso”, explica Andrews. Algunas estructuras “son blandas”, añade Stamatakis.

Entonces entraron en juego los dos investigadores y sus equipos, que llevaron a cabo análisis con rayos X y medidas de isótopos sobre muestras del material. Estas contenían dolomita, un fuerte desequilibrio entre diversos isótopos del carbono y ciertos valores de isótopos del estroncio. A partir de estas evidencias, los científicos reconstruyeron la película de la Atlántida microbiana.

“Hace tres o cuatro millones de años, como mucho, se formaron estas estructuras debajo del fondo del mar”, explica Andrews. La edad se establece usando el estroncio. “Probablemente, esos sedimentos estaban atravesados por flujos de metano provenientes de depósitos profundos de petróleo o gas”, prosigue. La presencia de metano se deduce de la fracción de isótopos de carbono. Estas condiciones suelen atraer bacterias que se alimentan de metano. “Las bacterias usan los sulfatos del agua del mar para quitar el carbono de la molécula de metano y así usarlo como comida”, explica Andrews. Pero cuando se reduce la concentración de sulfatos en el sedimento, entonces precipita la dolomita, el material de las misteriosas rocas submarinas.

“Con toda probabilidad, las bacterias estaban actuando alrededor de flujos o láminas de metano que dieron lugar a las estructuras visibles en la actualidad”, explica el investigador, que destaca que el proceso es bien conocido por los científicos. Con el tiempo, las estructuras emergieron en el fondo marino.

BAHÍA DE LOS TIBURONES

“No todos los objetos simétricos tienen origen humano. Procesos naturales pueden dar lugar a esas estructuras”, comenta Miquel Canals, profesor de Geología Marina de la Universitat de Barcelona, no implicado en la investigación. A Canals la explicación no le sorprende. “A lo largo de la costa del Maresme hay afloramientos de roca que algunos ven como antiguas pavimentaciones”, explica. Tampoco se trata del primer ejemplo de arquitectura bacteriana. Los espectaculares estromatolitos de la Bahía de los Tiburones (Australia) también son rocas de origen bacteriano.

La supuesta ciudad submarina “es un subproducto de la alimentación bacteriana”, explica Andrews, cuyas rocas cumplen además con una función ecológica porque son un ambiente ideal para los peces. También por esto, los mismos que han derribado la hipótesis arqueológica quieren que esa maravilla no se descuide.