Cuando el pasado septiembre Josefa Montoya, con 82 años, logró salir en perfecto estado de una difícil operación de cáncer de colon, seguramente no imaginó que sería un patinete eléctrico, en vez de la enfermedad, lo que acabaría con su vida. A Josefa los oncólogos le dijeron, en un inicio, que tenía solo un 20% de posibilidades de sobrevivir a la intervención quirúrgica. Pero lo hizo y, tras tres meses de quimioterapia, iban a darle un descanso la misma semana en que murió. Ella es la primera víctima mortal por patinete eléctrico en Barcelona. La primera de toda España fue también otra anciana de Cataluña: en Esplugues de Llobregat el año pasado.

Sucedió el 22 de noviembre, en el cruce de las barcelonesas calles de Joaquín Costa y del Carmen. Josefa, una vecina de toda la vida del barrio del Raval, fue atropellada por un patinete eléctrico cuando se dirigía a una administración de lotería. El vehículo impactó frontalmente con ella, que cayó hacia atrás. Permaneció en el suelo en posición supina, consciente pero confusa, hasta que llegó una ambulancia. Fue trasladada al Hospital del Mar. Entró en coma a los minutos de llegar. Fue operada de urgencia. Falleció tres días después, el 25 de noviembre. Josefa, como todas las personas que mueren fuera de las 24 horas posteriores al impacto, no es considerada una víctima de accidente de tráfico. Aparecerá como "herida grave" en los informes sobre tráfico del Ayuntamiento de Barcelona.

"Solo sabemos que el patinete era de una empresa, que estaba alquilado. Estamos esperando a que nos den el acta de defunción y el parte del accidente para poner una denuncia. Pero no sabemos nada más, ni siquiera quién tuvo la culpa: si ella o quien iba en el patinete", explica María Montoya, de 78 años y hermana de Josefa. "Todo fue tan rápido. La había ido a ver una semana antes y ya no la volví a ver con vida", relata. Pese a sus percances de salud, Josefa se encontraba bien: era capaz de subir las escaleras hasta el cuarto piso sin ascensor en el que vivía sola.