Aute tuvo el don de hacer de la canción un objeto trascendente dotándolo de sencillez y sensualidad, llegando al oyente a través del intelecto y la belleza estética. Canciones hermosas e insondables, basculando alrededor de los grandes temas (amor, sexo, muerte), con profundidad filosófica y manejables; un patrimonio universal que está aquí para quedarse, más allá del mismo fallecimiento del artista, ayer en la Clínica Ruber de Madrid, a los 76 años.

Se nos ha ido uno de los grandes de la canción de autor que, en sus primeras estaciones, apuntaba hacia la pintura y el cine. Aute, Luis Eduardo, se había educado en un contexto católico pasado por el tamiz norteamericano en La Salle de Manila, capital en la que nació (el 13 de septiembre de 1943). Su padre, Gumersindo, barcelonés, era responsable de la compra de aceite de coco en Tabacos de Filipinas. Su madre, Amparo, había nacido en la colonia. A principios de los 50, la familia se trasladó a la metrópoli, recalando en Barcelona (el piso de los abuelos en la calle Massens, de Gràcia) y de modo definitivo en Madrid.

Sus canciones juveniles hallaron un camino en la voz de Massiel, y las buenas vibraciones en torno a Rosas en el mar y Aleluya nº 1 (1967) animaron a Aute en su apuesta por la música, formalizada en dos álbumes. Pero, aunque también Mari Trini lo adoptara como autor, él se sintió desmotivado y procedió a retirarse.

Volvió a empezar cinco años más tarde con Rito, deslizando su voz cercana y confesional entre espartanos arpegios de guitarra en la estela coheniana y arreglos de cuerda. Inicio de la trilogía Canciones de amor y muerte, desarrollada en los álbumes Espuma (1974) y Sarcófago (1976).

Poco a poco fue atreviéndose a pisar las tablas, sobre todo tras el álbum Albanta (1978), obra de tacto más cercano al rock. Estableció vínculos con Luis Mendo, cuya futura banda, Suburbano, le arroparía a lo largo de los 80.

La crisis de los cantautores no afectó a Aute, que se afirmó como artista popular a lomos de álbumes como el doble en directo Entre amigos (1983) y Cuerpo a cuerpo (1984). Sus canciones alimentaron el que sería último disco de Marisol, ya Pepa Flores, Clima (1983).

REVISANDO EL LEGADO / Se abrió paso un Aute menos severo, con obras como Slowly (1992) o Alevosía (1995). Enfilando su madurez, revisó su obra con minimalismo y trazos de jazz, en la trilogía Auterretratos (2003-09). Tiempos de recapitulación: el álbum de tributo Giralunas y la gira de 50º aniversario de carrera, que quedó en suspenso cuando, el 8 de agosto del 2016, Aute sufrió el infarto que le llevó a un estado de coma que duró casi dos meses. Lo superó, pero no pudo volver a los escenarios.