El malestar de los adolescentes ha encontrado una vía de escape extrema, las autolesiones físicas, de una gravedad que, advierten los especialistas, puede llegar a ser incontrolable. Psiquiatras y psicólogos han decidido dar a conocer el fenómeno en toda su extensión, ya que, aseguran, se trata de una realidad que transcurre en paralelo, pero oculta, a la mayoría de foros sociales.

Estudios europeos de reciente publicación, cuyos datos incluyen a España, relatan el progresivo aumento de la población joven o adolescente que se está haciendo daño de forma intencionada y casi siempre oculta a la mirada de familiares y profesores. La mayoría se corta en trazos paralelos poco profundos, que les cubren antebrazos, muslos o el vientre.

En ocasiones se trata de quemaduras, dolorosas. O buscan reabrir heridas recientes, que rascan y rascan para impedir que cicatricen, o propician que se infecten. No se trata de jóvenes alterados por alguna patología mental o con intenciones suicidas, sino de personas definidas como «normales» por los médicos que analizan y atienden el fenómeno en los hospitales catalanes. Uno de esos estudios lo ha publicado la revista británica Journal of Child Psycology and Psychiatry.

El fenómeno se hizo patente en España hace unos cinco años, cuando varios hospitales receptores de población joven con alteraciones que requieren intervención psicológica o psiquiátrica intercambiaron datos sobre un nuevo perfil de pacientes: chicos que sin estar deprimidos ni sufrir esquizofrenia, psicosis, anorexia grave o algún otro problema psíquico se autoagredían. Un paseo por algunos blogs frecuentados por jóvenes, y la observación de las cuentas de Whatsapp de esos pacientes destaparon un febril intercambio de imágenes con automutilaciones firmadas, aplaudidas por miles de admiradores, que pasaban a ser imitadores.

PROPORCIONES EPIDÉMICAS // Las cifras de chicos autolesionados que llegan al hospital --solo un reflejo de la realidad total, indican-- no han dejado de aumentar hasta alcanzar proporciones que califican de epidémicas. Los especialistas decidieron constituir el Grupo de Estudio y Tratamiento de las Autolesiones (Greta), que integran psicólogos y psiquiatras. La débil capacidad de la estructura social para incorporar a las generaciones jóvenes, la inexistencia de referentes a los que seguir, el avance de la pobreza y la ausencia de expectativas coexisten en el tiempo con la irrupción de las autolesiones, coinciden los miembros del grupo Greta.

«A esto se suma la dificultad temperamental de muchos adolescentes para integrar las frustraciones -añade Joaquim Puntí, psicólogo-. Y la baja autoestima o la dificultad para relacionarse personalmente, propia de la adolescencia». Las terapias que aplican, tipo dialéctico-conductual en algunos casos, exigen la implicación de los padres, algo no siempre sencillo, explican.

El objetivo de una autolesión no es «llamar la atención» de los mayores, advierten los especialistas, sino vincularse con sus iguales de una forma exitosa y veloz. «Colgando en Whatsapp la foto impactante de unos cortes que sangran, esos chicos reciben el aplauso e miles de colegas a los que nunca conocerán personalmente», explica Puntí. «Sin la difusión por internet, entre sus grupos de iguales, no existiría el factor de imitación, que es imprescindible», afirma el psicólogo. «Muchos son herederos de una cultura paterna que ante el más mínimo llanto les dio una gratificación inmediata: hijos de padres que no han sabido hacer la transición entre el autoritarismo antiguo y la excesiva permisividad actual», añade.

Resolver esta situación exigirá precisar qué función cumplen esas autolesiones, indica Puntí. «No pretenden darse muerte, sino manejar mejor los afectos negativos. Es una forma de control y, encima, reciben la identificación del grupo».