El Papa alemán que hace cinco años renunció al papado por agotamiento físico y psíquico --en un gesto sin apenas precedentes históricos--, cree que ha llegado al final de sus días. «Puedo solo decir que, en el lento declive de las fuerzas físicas, interiormente voy en peregrinación hacia Casa», ha escrito Benedicto XVI, en una emotiva carta publicada ayer por el diario Il Corriere della Sera.

Es una «gracia» el poder sentirse «rodeado, en este último tramo del camino a veces algo fatigoso, de un amor y una bondad que no habría podido nunca imaginar», añade. Esta carta es una respuesta a las demandas de «tantos lectores de su periódico» que «quieren saber cómo paso este último periodo de mi vida», precisa Joseph Ratzinger, al indicar que el gesto lo había «conmovido».

La carta, procedente del monasterio vaticano Mater Ecclesiae, donde el Papa emérito vive retirado, y de apenas 9 líneas, llegó el martes a la sede de Il Corriere, con un aviso muy explícito, aunque también inquietante. «Urgente, entregar en mano», se leía en el sobre de la misiva, que iba dirigida al periodista Massimo Franco. Era la respuesta a un mensaje enviado por el propio Franco, a través de un canal reservado, al pontífice alemán en los días anteriores. «No puedo sino agradecerles, al asegurarles a todos ustedes una oración de mi parte», concluyó en la misma Benedicto XVI, quien el próximo 16 de abril cumplirá 91 años.

El mensaje de Benedicto llega a apenas cuatro días del quinto aniversario de su histórica renuncia --era el lunes 11 de febrero del 2013--, cuando el hombre que siete años antes había sido elegido sucesor de Pedro, en latín y en un acto que no tenía aparentemente trascendencia, le anunció al mundo que abandonaba el puesto. En ese entonces, alegó «falta de fuerza» e «incapacidad para ejercer el ministerio». Aunque su renuncia también se producía en un momento de luchas fratricidas en el Vaticano y resistencias a sus intentos de limpiar la Iglesia de la corrupción y de los casos de pederastia.

Dieciséis días después Benedicto XVI se retiró así a vida privada, instalándose primero en el castillo de Castelgandolfo y luego en el Mater Ecclesiae, un monasterio construido al lado de los jardines del Vaticano. De allí solo ha salido un puñado de veces y siempre acompañado por su fiel secretario personal, Georg Ganswein, o de las cuatro religiosas que lo atienden. Ocasionalmente también se ha encontrado con su sucesor, el papa Francisco.